DE LA INMORTALIDAD DE LOS LIBROS.


Fue Empedocles de Agriento, filósofo griego anterior a Socrates, quien inicialmente formuló la tesis de la generación de todo lo existente a partir de la acción cósmica de dos principios: el amor (philia)  y el odio (kai neikos).  Según esta tesis: agua, aire, tierra y fuego, los cuatro elementos primordiales, se combinan por la acción de philia para formar todo lo existente (piedras, montañas, mares, ríos...) e inclusive los seres vivientes (animales, plantas, seres humanos...); pero la acción de neikos  disuelve estas combinaciones y da lugar a la muerte, el fraccionamiento, la descomposición. En Freud estos principios cósmicos se presentan como fuerzas psíquicas: Eros  y Thanatos:  el principio de vida (análogo al philia del filosofo griego) y el principio de muerte (consustancial con el neikos).  Mencionamos estas mutaciones argumentales para entender, aunque sea incidentalmente, un texto del autor ingles Thomas Malgrave en el que este coloca, en los labios de uno de sus personajes al que llama profesor Charles W., la tesis de que el mal es inextinguible aún en un mundo en que las condiciones de su expresión hallan sido pulverizadas. Esto es posible, según el autor británico, porque el mal es una fuerza cósmica que convive, y comparte funciones, con otro principio análogo a lo que entendemos por el bien. Cada una de estas fuerzas posee la cualidad de la eternidad y además genera un mundo de seres a los que inculca conductas, que obedecen a los fines propios de la fuerza que lo origina, y median entre estos principios abstractos (a veces hasta parecen ser espirituales) y la naturaleza. En algúna frase Charles W. los homologa a los daimon  de que hablaba Sócrates. Así, según el profesor mencionado, cuando un hijo del mal  está en peligro, la fuerza cósmica induce a otro de sus derivados (un daimon) para que persuada u obligue a un ser natural (mineral, vegetal, animal, humano) a que preste la ayuda necesaria al necesitado evitando que el riesgo se convierta en desaparición. De esta manera prolonga la supervivencia ininterrumpida de los propios, a través de seres diversos a su naturaleza. El argumento es parte de un subtema de su última novela (incompleta), a la que los editores titularon Fragmentos de desmemorias (1), la que posiblemente escribía hacia 1940, cuando Malgrave fue capturado y trasladado al campo de concentración de Treblinka, donde desaparece su rastro. Menciono a Empedocles, Freud y Malgrave solicitando la buena disposición de los lectores para sostener el argumento con el que pretendo abordar este articulo: la literatura es una fuerza indeterminada, posiblemente cósmica, que inocula la idea-germinal de sus derivados (los textos literarios) a través de la acción inducida por medios no conocidos en los autores, sujetos humanos que estan convecidos de crear cuando en realidad escriben lo que la fuerza aquella les impele a escribir. Una vez germinado el texto, si este llegase a correr peligro por acción de otras condiciones adversas, e indeterminadas, la literatura, como las fuerzas cósmicas de Empedocles o de Malgrave, como los principios psíquicos de Freud, actúa a través de un ser humano (influenciado posiblemente por un daimon) para impedir que el riesgo llegue hasta el punto de la desaparición del producto literario recién concebido, como una madre que protege a su hijo recién nacido o un animal que defiende la vida de sus cachorros. Lo que en adelante escribamos va en el sentido de explicar este acerto que a muchos puede parecer extraño; vayamos pues a los casos en cuestión.

Es indudable la influencia de Franz Kafka en la producción escrita que signa el final del siglo XX y el inicio del XXI. Autores como Gabriel Garcia Marquez, Jorge Luis Borges y Umberto Eco, para mencionar estos tres solamente, han escrito sobre el impacto que causó en su voluntad, de crear, la lectura de la obra del autor checo. Garcia Marquez nos entregó un mundo de tramas y personajes que son deudores de la tragedia de Gregorio Samsa por ejemplo, y los personajes que pueblan el cosmos del Macondo de Cien años de soledad, como los niños que nacen con rabo de cochino, tienen un aire familiar con el viajante de comercio, transmutado en insecto gigante, de la Metamorfosis. Borges le dedica un profundo ensayo al cuento del checo sobre la muralla china, donde hace brillar la especial agudeza su escalpelo literario; y en los laberínticos pasadizos de la biblioteca de la abadía, de En nombre de la rosa, casi nos tropezamos con Joseph K tratando de orientarse en la busqueda del huidizo abogado y de los inasibles jueces que llevan su caso, por los pasillos homónimos del edificio en que transcurre El Proceso. En resumen, el escritor checoeslovaco marcó un hito en la literatura que aún no termina de ser cuantificado. En este inicio del siglo XXI los conceptos que se expresan en su producción cuentística y novelística están mas vivos que nunca: el absurdo de la vida de las masas humanas, en un mundo frio, inhumano, distante, donde reina la incomunicación y lo superficial, donde la autogratificacion hedonista y el narcisismo neurotico, son la cotidianidad que ha trascendido desde los textos kafkianos. Es un hecho que a la muerte de este escritor, en junio de 1924 (a los 40 años de edad) la mayoría de su obra permanecía como manuscritos, aun no publicados, en alguna maleta guardada en casa de su amigo Max Brod. El Castillo, El Proceso, América y la mayoría de sus cuentos dormían el sueño de la muerte entre correas de cuero, y para colmo de males el condenado a muerte, por causa de la tuberculosis, dias antes de su deceso había dado a su albacea una orden terminante: "- quemarlo todo, Max!..." ; orden que afortunadamente su connacional y también escritor no cumplió. Y es aquí donde queremos resaltar la circunstancia de la madre literatura que protege a sus cachorros a través de un daimon, que en el caso de los textos de Kafka fue Max Brod. De haber podido levantarse de su lecho, en el sanatorio de Kierling, cerca de Viena, posiblemente acicateado por sus demonios internos y sus delirios, producto de la tuberculosis en fase terminal, el mismo Kafka quizás habría incinerado su obra. Pero la fuerza cósmica, la misma que le había dictado las tramas y sugerido las frases, no lo permitió, alejando a sus cachorros del filicida en ciernes y colocándoles bajo el ala protectora de su daimon Brod. Agrega valor a este caso el que Brod mantuvo los manuscritos consigo, protegiendolos de los peligros en ciernes que oscurecian el cielo de los judios en Europa, buscando darles a la luz en los tiempos borrascosos que antecedieron a la segunda guerra mundial. Para 1939, cuando el telón de la guerra se descorría en el viejo continente, el también ciudadano checo se vio obligado a huir de su patria, junto con su esposa, cuando las tropas alemanas ocuparon el país. Brod salió del territorio cargando, entre otras muchas cosas, con la pesada maleta en que guardaba el trabajo del padre de Gregorio Samsa. Sacándolos del país aseguró la posibilidad de que fueran publicados en el futuro postbelico, como realmente se hizo. Mas no es el del padre del Joseph K el único caso de su especie. Ya veremos, en adelante, otros hechos en que los que iremos aproximandonos a entender que, lo hasta aquí parece una rareza,   es con toda posibilidad una ley cósmica, como las que descubrió Empedocles, como las que plasmaron en su actualidad literaria y psicologica Malgrave y Freud.


A esta altura de la historia, a este inicio del siglo XXI, la literatura de terror tiene un publico cautivo, como la fantástica y la de misterio. Posiblemente nos sea difícil encontrar otro ficcionador que, como el norteamericano Stephen Edwin King (nacido en 1947), halla hecho de los terrores íntimos de cada ser humano la fuente inagotable de la que extrae los temas que alimentan su copiosa obra escrita. El autor norteamericano, que ha sido comparado con su compatriota Edgard Allan Poe y con H. P. Lovecraft por la maestría mostrada en el desarrollo de las tendencias que aquellos iniciaron, contaba hasta el año 2019 con una producción literaria que alcanzaba sesenta y cinco novelas, once colecciones de relatos y novelas cortas mas ocho textos de otras temáticas, todos escritos, y publicados ciclicamente desde 1970, con un volumen de quinientos millones de textos impresos. Lo que estos números significan en dinero es una cifra que se estima superior a los quinientos millones de dolares. Pero esta es la punta del iceberg que esconde, en el volumen apreciable que reposa bajo la superficie, una historia de privaciones, dolor y sacrificio en la que se incubaron las semillas de los temas literarios, que después germinaron en la fértil imaginación del autor del Resplandor.  Esa mente dinámica y creativa volvió a colocar, en el imaginario colectivo, los seres que pueblan los infiernos y similares de todas las mitologias y culturas: licántropos, vampiros, zombies, espectros, fantasmas, monstruos, se agiornaron en la imaginación gótica tardia del norteamericano  y del pasado semi olvidado en los textos de Stoker, de Mary Shelley o de la literatura de finales del siglo XVIII y de las leyendas europeas, saltaron al siglo XX mostrando una faz on the global world, pero no menos terrorífica. Desde la cantera de sus temas, del miedo ancestral, figuras inanes, como los asépticos payasos de circo, se convirtieron para la segunda mitad del siglo XX en seres malévolos portadores de miedos abisales (It- Eso).  Inicialmente una vida de privaciones marcó la infancia y la adolescencia de King. Su pasantía por la universidad, además del titulo que le permitió trabajar como profesor de inglés, le aportó el conocimiento de quien sería su compañera de infortunios: Tabitha Spruce. Luego del matrimonio las penurias económicas les obligaron a vivir en un remolque, mientras King se estrenaba como docente. Es en este trance en el que el norteamericano comienza a escribir acerca de una idea que rondaba en su mente: la historia de una adolescente con poderes psíquicos. Ya había desarrollado buena parte del texto cuando lo asaltó un sentimiento apabullante de impotencia creativa, un ataque de baja autoestima que lo hizo cuestionarse sobre la validez literaria del tema y sobre la pertinencia de ocuparse en este menester cuando tantas necesidades materiales acosaban a su familia. Los demonios internos, el Eso que anidaba agazapado en su pecho, desgarraron momentáneamente la fe en si mismo del novel escritor y las galeradas iniciales del texto fueron a ocupar el espacio de la papelera de desechos, arrojadas allí con ira. Pero este intento de filicidio literario generó una respuesta inmediata de parte de las fuerzas cósmicas y Tabitha fue esta vez, el daimon  que acudió a salvar el texto en germen del trance peligroso: la fémina sacó las galeradas del cubo de la basura, las leyó y las devolvió a su consorte, con la debida amorosa amonestación en la que vertió un bálsamo que reconstituía su autoestima mas una reflexión sobre el potencial que veía en la idea esbozada. King retomó el trabajo, impulsado por las palabras de su esposa y terminó el libro al que dio por titulo Carrie. Esto ocurrió hacia 1970. El daimon de Tabitha también estuvo apoyando al novel creador en las sucesivas ofertas, fallidas, que este hizo a innumerables editoras que rechazaron publicar el texto, hasta que Bill Thompson, representante de Doubleday Publishing  le ofreció un adelanto de 2.500 dolares por la publicación de la historia. El éxito acompañó a la impresión y poco tiempo después Carrie,  con los derechos del manuscrito, fue vendida en 400.000 dolares.

Después de Carrie  los éxitos literarios se sucedieron en cascada: en algunos momentos King llegó a publicar hasta tres novelas anuales, a un ritmo de trabajo que recuerda el de Honoré de Balzac, por ejemplo. Recordaremos algunos títulos: El resplandor, Christine, Cementerio de animales, La zona muerta, El misterio de Salem's Lot, La larga marcha, Carretera maldita, La saga de la Torre oscura, El ciclo del hombre lobo, Los ojos del dragon, Apocalipsis, Las acuatro despues de la medianoche, La hora del vampiro, Ojos de fuego, Maleficio, It-Eso, Misery,  entre otros. Es esta última novela, publicada hacia 1987, la que puede darnos idea del sufrimiento que significó para el autor la intervención decisiva de Tabitha en la publicacion de su primera novela: en Misery  relata la historia de un autor que sufre un accidente de auto, en una carretera de las montañas, precisamente en un momento en que pasaba por un bloqueo creativo. Paul Sheldom, que así se llama el autor, es rescatado por la enfermera retirada Annie Wilkins,  circunstancialmente fan de las obras del escritor. El rescate resultó ser, en realidad, un secuestro y Sheldom a causa de las heridas recibidas en el accidente es internado por Annie en una cabaña de las montañas, en un lugar solitario, adentrado en el bosque y sin vecinos cercanos, bajo el pretexto de que debía reposar para curarse. Alli el escritor pasa por un proceso terrorifico donde es obligado a romper su bloqueo creativo, por acción de la intensa y diaria tortura física y sicológica a que lo somete su captora, hasta terminar escribiendo una novela a placer de los deseos de la Wilkins. King finaliza la novela con el escape de Sheldom, la muerte de la enfermera y la posterior publicación del texto. Hay aquí un homenaje velado a lo que significó la motivación de Tabitha en los momentos de desaliento y de necesidad de romper el bloqueo creativo; homenaje con estilo inigualable de Stephen King, se entiende.


El mito de Cronos, padre de los dioses del Olimpo, como el de Layo, padre de Edipo, arrojan luz sobre la carga emotiva que ha llevado consigo, desde épocas abisales, el filicidio: Cronos, arrebatado de un frenesí por conservar la supremacía y no ser reemplazado en el trono, va devorando a sus hijos a medida que estos van naciendo. Layo, alertado por el aruspice de que su hijo sería su asesino, le manda a eliminar secretamente. En ambos mitos los hijos amenazados terminan salvándose y la predicción se cumple: Zeus arrebata el poder a su padre, mientras Edipo mata a su progenitor y desposa a su madre. Del primer caso hizo un retrato espeluznante el español Francisco de Goya; del segundo construyó una teoría Sigmund Freud. La ley cósmica se desata contra los filicidas desde tiempos míticos y, como vimos en los casos de Kafka y King, la prole sobrevive para honrar la memoria del padre, variación sensible del mito en estas épocas plenas de descreimiento en los dioses y ahitas de fe en las leyes del universo. Pero a veces las excepciones tambien confirman la ley: Gabriel Garcia Marquez (1917 a 2014), el premio Nobel colombiano, cuenta en el prólogo de su Doce cuentos peregrinos que aquellos hijos de su creatividad son las unicas criaturas que llegaron a ver la luz en 1992, de un numero de sesenta concebidas veinte años atrás, que pasaron por una tortuosa dinámica de evaluación, escritura, reevaluación, reescritura, perdida de los bocetos iniciales por causas fortuitas, reconstrucción del conjunto a fuerza de memoria, nueva reevaluación, descarte progresivo hasta terminar reducidos al numero de doce relatos breves que, asaltado por un prurito, sometió a un ultimo proceso antes de darlos a la luz. La dinamica es prolija y el autor de La candida Erendira y su abuela desalmada  lo esboza en un texto en que expone que los parrafos iniciales fueron concebidos durante su estancia en Europa, dos décadas en el preterito, durante la cual fue tomando notas que se le ocurrían, garrapateos destinados a futuras criaturas cuya naturaleza literaria aún no definía, pues pensó en algún momento que podían integrarse como partes de una novela, pero también podían llegar a ser notas periodísticas, o inclusive cuentos, dada su característica de trazos individuables. En aquellos fragmentos se escondian las aventuras y vidas de Homero Rey, de Margarito Duarte, de Frau Frida y de la señora Forbes, entre otros personajes, pero también muchos más, como por ejemplo del propio Gabriel García Márquez en trance de acudir a su propio velorio, que por diversas circunstancias no llegaron a ver las máquinas de impresión, que para los personajes literarios son como las cunas de los neonatos en la sala de recuperación la maternidad. El Gabo rememora que las notas reposaban en un cuaderno, en el que como embriones de criaturas futuras se incubaban como los cultivos de microorganismos en las probetas de cultivo de los laboratorios, inexplicablemente desaparecido de su escritorio, donde permaneció por varios años. La perdida del cultivo aquel, de gérmenes literarios, se nos antoja como un aborto natural permitido por la ley cósmica de que seguimos hablando, quien sabe porque esotérica y\o cabalística circunstancia. El caso es que el historiador de la familia Buendia - habitantes primigenios del universo macondiano de Cien años de soledad - se propuso reconstruir las notas a fuerza de memoria, y de este ejercicio surgieron treinta posibles entes, que ya por este procedimiento pasaron de ser microorganismos en caldos de cultivo a ser plantulas literarias en evolución. Pero también las plantulas pueden ser inficcionadas por los agentes del caos y de la nada, y de estas sobrevivieron dieciocho, mientras las demás sucumbieron por obra de los virus infecciosos de la falta de entusiasmo o el desinterés, que afectaron a nuestro premio nobel de marras. El filicidio literario, que se produjo por efecto de aquella inoculación infecciosa, lo trata de justificar, el Gabo, apelando a la expresión de un escritor tan indeterminado como hipotético, en el que sospechamos su propia autoría: 

"Alguien que no recuerdo lo dijo bien con una frase de consolación: un buen escritor se aprecia mejor por lo que rompe que por lo que publica"  (1).

La guinda en el postre la da un detalle: cuando el escritor volvió a Europa, cuatro lustros después, no reconoció en los lugares que veía los que conoció en pasado, y surgió la duda de si los apuntes no serian en realidad, como en un relato de Jorge Luis Borges, producto de un sueño en el que eres soñado por otro. Entonces el colombiano determina finiquitar aquel trazo onírico de su existencia la con decisión de sacar los esbozos de las brumas de la imprecisión:

"...Reescribí todos los cuentos otra vez desde el principio en ocho meses febriles en los que no necesité preguntarme donde terminaba la vida y donde empezaba la imaginación, porque me ayudaba la sospecha de que quizás no fuera cierto nada de lo vivido veinte años antes en Europa"  (2).


Sin duda que en el caso del autor de Cronica de una muerte anunciada  nos obliga a buscar las diferencias entre filicidio y aborto literario. No vemos en el Gabo, como si pasó en el caso de Kafka, la determinación de destruir los vástagos de su creación (aunque por su descripción sólo fueron embriones por bastante tiempo) sino que los guarda por muchos años, los rehace cuando se pierden y finalmente los que nunca se dieron a la luz fueron como semillas que, sometidas a las durezas de la ley natural, no se mostraron aptas para germinar. Mas hay otros expedientes en los cuales a pesar de que no hay la Tabitha, ni el Max Brod angelicales, en su responsabilidad de daimons (en el caso del Gabo, es indudable la intervención de su esposa: Mercedes Barcha, aunque no la nombre en el prologo citado, pero a la que reconoce éste rol en otras declaraciones y entrevistas), la ley cósmica actúa con determinación ineluctable. Para 1845, por ejemplo, se reunen en Bruselas, Bélgica, dos incendiarios de la revolución mundial, personajes de presencia indeseable para los burgueses bien pensantes, y allí se encargan de colocar en orden sus ideas, producto de las investigaciones que venían realizando cada uno por su aparte. De aquel contubernio intelectual (antecedente de lo que actualmente se conoce como think tank), plasmado en grueso manuscrito surgió un texto que cambiaría la percepción filosofica, económica y politica del mundo, pero que pese a su importancia fue abandonado por sus redactores en los oscuros y humedos archivos, al cuidado de "la critica roedora de los ratones"  como confesaría, mas tarde en el prólogo a otra obra, uno de sus forjadores, que no era otro que el escritor de Das Kapital,  el alemán Carlos Enrique Marx (1818 a 1883). El texto en cuestión exponía, por primera vez, una critica al dogma hasta entonces aceptado según el cual la historia y toda la vida empírica de los seres humanos (vida religiosa, económica, política, social, etcétera) tenían su fundamento en las ideas; y demostraban allí que, por el contrario, el mundo humano y sus determinaciones tienen su base real y su explicación logica en el acontecer económico. Esta idea ya venía siendo parcialmente esbozada por Marx, junto a su compañero Federico Engels (el otro de los reunidos en Bruselas) en otros textos anteriores, como los Manuscritos de economía y filosofía de 1844,  o los aforismos conocidos como Tesis sobre Feuerbach; pero será en aquel grueso manuscrito donde los ex-estudiantes de la Universidad de Berlin darán forma a la concepción que Marx vertirá algún tiempo mas tarde en los tres tomos de Das Kapital  y en las notas que su compañero de formula ordenará y editará, después de la muerte de Marx, con el nombre de Teorías de la plusvalía. Lo que aquellos incendiarios del intelecto fraguaron, en Bruselas, dormirá el sueño de los justos en los archivos del barbudo descendiente de judíos alemanes, y de allí será extraído y dado a la luz con el nombre de La ideología alemana, sólo hasta 1932 cuando la mitad del mundo trataba de concretar la utopía diseñada en los textos de su autoría, que hasta el momento habían sido publicados, en la hoy extinta URSS. Aquel puñado de letras, que con la fuerza del asteroide de Chixulum  partió en dos el mundo del siglo XX, sobrevivió mas de ochenta años a la intemperie de las fuerzas naturales (humedad, polillas, voracidad de los ratones y otros roedores, descomposición de las tintas o de la celulosa, poder del fuego) seguramente protegido de todos estos elementos destructivos por la fuerza cósmica que aquí nos ocupa. No ocurrió lo mismo con los poemas de juventud del autor de Das Kapital,  de los cuales sólo sabemos que fueron dedicados a su futura consorte, Jenny con Westphalen, y que ocupaban un cuaderno; de los que además su propio progenitor opinaba que se caracterizaban por expresar "la melodía de los acantilados". Fuera de estos detalles ínfimos nada más se sabe de ellos. ¿Acaso habrá sido necesario,cósmicamente hablando, el sacrificio de la obra poetica para la supervivencia de La ideología alemana  y demás textos de los archivos de Marx? Queda abierta la esoterica interrogante.


Volvemos a Empedocles de Agriento, el descubridor o inventor de la ley cósmica de marras, para informar que hasta él mismo fue un caso a relacionar en las visicitudes del filicidio literario: según Diógenes Laercio (3) el filósofo aquel había sido autor de tragedias y de ensayos, uno de ellos titulado Transito de Jerjes, que relataba el avance del rey persa, desde Asia a Grecía, sobre un puente de barcos; otro tenia por titulo: Proemio a Apolo.  De las numerosas obras del griego sólo fragmentos, copiados por otros escritores en sus obras, se han conservado. Al parecer el filosofo pidió a su hija que quemara sus legajos, un poco como Kafka lo hizo con Brod, pero a diferencia del checo, la hija del griego cumplió el mandato de su progenitor y la casualidad solo permitió la sobre vivencia de los fragmentos que nos informan de la tendencia cósmica que hemos mencionado desde el inicio del articulo, valga la redundancia. El caso final que aquí recogemos es el de un militar y hombre de letras, erudito del pensamiento filosófico y político de la lumiere;  hombre de acción cuya vida compleja solo puede ser equiparada a la de los condotieros renacentistas, pero sin la voracidad por las riquezas ni la crueldad contra el oponente que caracterizó a aquellos espécimenes humanos; polígrafo que escribió un volumen apreciable de misivas (casi todas en medio de los azares de una guerra cruenta que se extendió por casi tres lustros) calculado por sus biógrafos en diezmil unidades, de las que se han conservado algo más de dosmil; político alfarero de repúblicas a quien se debe la creación de seis repúblicas independientes que se desgajaron, a golpes de su sable, del imperio español durante la primera mitad del siglo XIX. Hablamos, evidentemente, de Simón Bolívar (1783 a 1830), mas conocido como el genio de la guerra y poco acreditado como escritor a pesar de tener en su haber la producción antes mencionada. Solamente el volumen de esta producción gana, para Bolívar, la calidad de insigne redactor, sin entrar a revisar la materia de que tratan las misivas en cuestión. Una mirada mas atenta nos revela que en esas esquelas se tocan temas que van desde asuntos familiares, litigios por propiedades, preocupaciones políticas, discusiones gubernamentales, disposiciones legales, ordenes militares, relaciones internacionales, angustias económicas, proyectos en curso de concresión, crónica de hechos bélicos, políticos, o religiosos; discusiones filosoficas, juridicas o de moral publica, pensamientos sueltos, consideraciones romanticas hechas a alguna fémina, reflexiones sociales, juicios sobre pueblos determinados, juicios personales sobre sus capitanes o acerca de sus adversarios, raptos casi poeticos, consideraciones sobre obras literarias o sobre autores, hasta situaciones afectivas y otros tantos conceptos más. De esa mildecena de papeles los historiadores rescataron apenas dos mil trescientas cuarenta y dos de la desmemoria, rastreándolas en los más inéditos lugares, recuperándolas de personas insospechadas, obteniendo las de las maneras mas inusitadas, lo que supone más o menos una quinta parte del total de la producción (las otras casi ocho mil misivas posiblemente se hallan perdido para siempre). Precisemos que la necesidad de hacer conocer este acervo documental inició con los propios actores de la escena revolucionaria suramericana: los capitanes de la tormenta histórica actuaron inicialmente, en este caso, como lo hicieron los discípulos del filosofo alemán George Wilhem Frederick Hegel (1770 a 1830) en la universidad de Jena: de los apuntes que tomaron, del curso que aquel impartió sobre las Lecciones de Filosofía Historia, entre 1805 y 1809,  realizaron una recopilación en la cual contaron con los apuntes de los alumnos y las notas del docente, en base a todo lo cual hoy podemos contar con la redacción de  esas Lecciones  que se publican bajo el nombre de Hegel como autor. En el caso de Bolívar, los conductores del ejercito que forjó, en su mayoría Generales y Coroneles, guardaron en sus archivos personales las misivas que les dirigió el lider en su condición de Presidente de Colombia (la grande) o en su calidad de General en Jefe del Ejercito. Terminada la acción bélica, después del deceso del guerrero (1830, curiosamente el mismo año que murió Hegel), algunos de los interpretes de primera linea en esta drama histórico decidieron que era hora de dar al publico algunas de las lineas que integraron el guión, escrito por el caraqueño, y que ellos (cada uno por su parte) habían actuado pero que conocían muy fragmentariamente. Así surgieron las primeras recopilaciones (al modo de las Lecciones que facturaron los discípulos del filosofo alemán), gruesos volumenes en las cuales se presentan las cartas del tribuno integradas en el fárrago de otros documentos del mismo periodo: el Documentario de Jose Félix Blanco y Ramón Azpurua, la colección de legajos que bajo el nombre de Memorias publicó Daniel Florencio O'leary (edecán de Bolívar), y en parte también la crónica que bajo el titulo de Diario de Bucaramanga editaron los herederos del también edecán Perú de Lacroix, o las Memorias que redactó el general neogranadino Tomas Cipriano de Mosquera. En el caso de O'leary este solicitó a sus antiguos compañeros de armas, los conductores del ejército libertador, que estuvieron al mando del forjador de Repúblicas, le aportasen por escrito sus recuerdos de aquella vivencias bélica en que tuvieron participación estelar; y estos nobles valientes, que acababan de derrotar al imperio más poderoso de la época, contribuyeron con la pluma a forjar también la historia labrada con el buril de la palabra escrita. Más resalta en este ultimo caso, en el parangón de las cartas de Bolívar con las memorias de sus capitanes, la sencillez de las redacciones de los unos con la complejidad de las ideas y la concreción del estilo en el otro. Las Memorias de Urdaneta, Páez, Monagas, por ejemplo, son textos que hablan en su generalidad de ordenes militares, de táctica y estrategia bélica, posiciones y movimientos de ejércitos, planes de campaña, batallas, derrotas o victorias; importantes documentos que establecen hitos de necesario estudio en la polemologia y de una ciencia de la guerra con materiales y experiencias autoctonos, pero que muy poco dicen de otros factores. En cambio las cartas del venezolano que en el plano belico diseñó la táctica y la estrategia victoriosa, dicen mucho más que eso: incursionan en campos del saber y de la existencia que no se circunscriben solo a los aspectos del combate: asuntos como la discusión filosófica están presentes en esas esquelas, como también en la Proclamas y Discursos (adiciono el recuerdo de que para la decada de los años ochenta del siglo pasado, en el archivo de tesis de grado de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, reposaba una con el titulo de La Filosofía de Simón Bolívar de la cual no recuerdo el nombre del autor); se pueden ubicar igualmente opiniones y juicios sobre literatura y reseñas de libros. El caso es que la manera como se abordó inicialmente la recopilación de documentos, cartas y textos, aunado a la filiación castrense de quienes hicieron el abordaje, parece haber tenido gran influencia en que la circunscripción del caraqueño al oficio militar, o político, le ha hecho objeto de un tipo de lectura e interpretación monolítica que termina agotando las posibilidades de otras visiones. Nos interesa resaltar que menospreciando el significado de su acervo documental, para el esclarecimiento de aquella franja de la historia suramericana, Bolívar, cuando aún tenia la responsabilidad como Presidente de Colombia (la grande), envió desde Potosi una misiva al vicepresidente Francisco de Paula Santander, con fecha 21 de octubre de 1825, en la que le ordenaba:

"No mande Vd. publicar mis cartas, ni vivo ni muerto, porque ellas están escritas con mucha libertad y con mucho desorden" (4).

Santander cumplió la orden, más afortunadamente sus capitanes, como Daniel Florencio O'leary; o sus biógrafos y compiladores, como Vicente Lecuna, hicieron caso omiso de la misma y rescataron para la posteridad los importantes legajos, cumpliendo inopinadamente el rol de daimons  que renuevan la validez de la ley cósmica.


Pasamos de Empedocles, con la dualidad cósmica de amor y odio, al personaje de Malgrave, el profesor Charles W. y su tesis de que el mal es inextinguible aún en un mundo en que las condiciones de su expresión hallan sido pulverizadas. De estas dos premisas extrajimos la propuesta de que la obra literaria es inextinguible aún en un mundo en que las condiciones de su existencia hallan sido imposibilitadas por el rechazo expreso de su autor.  Ejemplificados con los casos de Kafka, Stephen King, Gabriel García Márquez, Carlos Marx, Simón Bolívar y el propio Empedocles de Agriento, en los cuales una tendencia que hemos denominado cósmica ha intervenido para truncar las voluntades expresas de filicidios literarios. No es poca la influencia que los textos, así salvados, han tenido en el posterior desarrollo de la humanidad; aún en el caso de que lo salvado sean apenas fragmentos, como sucedió con el griego de Agriento. Quizás como predijo Jorge Luis Borges - ese invidente al que emulaba el Tiresias de La Odisea - seamos personajes de una escena onirica que algún ser sueña en un lugar indeterminado del universo, y solamente las obras literarias sean la verdad que abre las puertas a la verdadera realidad, más allá de esta apariencia hecha de ilusión onírica.


Notas:

(1) Thomas Malgrave, Fragmentos de desmemorias,  Editora tres, Montevídeo, Uruguay, 1948.

(2) Gabriel García Marquez, Doce cuentos peregrinos,  Editorial oveja negra, Bogotá, Colombia, 1992, pag. 15.

(3) Ibidem, pag.18.

(4) Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos mas ilustres, Ediciones Universales, Bogota, Colombiano, sin fecha, pag.261 a 268.

(5) Simón Bolívar, Obras. Cartas, proclamas y discursos,  Ediciones de la CANTV, Caracas, Venezuela, 1982, pag. 1214.


01 de septiembre de 2024.

Magoc. 


Comentarios

Entradas populares