DE LIBROS PROHIBIDOS.

Todo poder es un ente multiforme que integra diversas características; una de ellas es la tendencia a la unificación del pensamiento: la simplificación del proceso cognitivo-reflexivo a partir de establecer un canon de expresión de la reflexión permitida, sancionatorio. Esto conlleva, como no, una franja del pensar que es excluida, prohibida en su libre ejercicio y en sus expresiones. Todo poder, que tenga proyectos de permanencia, establece un aparato institucional destinado a reprimir las expresiones  diversas, u opuestas, al canon oficial. Sobre estos preceptos: unificación en el canon y represión institucional (censura), se han erigido las historicas prohibiciones de textos, que en no pocos momentos han recalado en las jornadas de destrucción (de estelas talladas en piedra, como en Egipto antiguo; de biblioclastias como en Europa medieval y moderna, de modernas cancelaciones y otras por el estilo). De algunos episodios históricos, que ejemplifican este aserto, hablamos a continuación: 
Amenophis IV, mejor conocido como Akhenaton o hijo de Aton (1377 a 1358 ac.), fué el faraón que intentó un procedimiento revolucionario (para la época) durante sus años de reinado: decretando la unificación de todos los ritos en el culto de Aton Ra, el Dios Sol y sustituyendo el ancestral culto de Amon,  estableció el monoteísmo en la religión oficial, que hasta el momento había sido politeista. Sin entrar a indagar si las razones de Amenophis fueron políticas o exclusivamente religiosas, la cuestión es que la medida desató una inmensa repulsa, especialmente de la casta sacerdotal que se beneficiaba de los ritos en que, hasta el momento, el pueblo celebraba o solicitaba el favor de las numerosas deidades del panteón norafricano. Está conmocion acompaño todo el periodo de gobierno del faraón, que incluso cambió la capital del país de Tebas a Amarna: ciudad especialmente levantada para rendir culto al Dios del Sol. A la muerte de Amenophis la revuelta prosiguió y se expresó, entre otras acciones, en las destrucciones de los textos jeroglíficos: las estelas de piedra que adornaban los obeliscos (que entonces constituían los ejemplares de libros de piedra) y que relataban la historia del reinado del hijo de Aton y el dogma teológico monoteísta que pretendió establecer (todos los cartuchos que contenían el nombre del faraón y de su esposa, junto a los que transmitían el nombre del Díos agasajado, fueron borrados de los grabados en piedra) y se restableció el antiguo culto politeista de Amón. Su memoria fue hecha invisible para la posteridad y sólo en épocas próximas, a nuestra era, las investigaciones arqueológicas pudieron rescatar, del olvido histórico su recuerdo. Este es posiblemente uno de los ejemplos más antiguos de prohibición de textos. Baste decir que la ciudad que Akhenaton hizo construir, para celebrar a Aton (y cuyos muros y obeliscos contaban sus historias, como una biblioteca petrea) fue arrasada y sus piedras sirvieron para levantar otras construcciones en lejanos lares, dispersando los textos jeroglíficos, descontextualizando o borrandolos.

Qin Shi Huang Di (247 a 221 a.c.) tiene el mérito de haber unificado a ia nación china bajo un sólo gobierno: el suyo; razón por la cual se otorga, a sí mismo, el título de primer enperador. Qin Shi Huang tenía varias ideas fijas: una de ellas era la unificación de todo el pensamiento en un sólo tipo (que sirviera para justificar y perpetuar el estado político); de lo que hablaremos. El inicial unificador de China halló en la escuela filosófica legalista, fundada por Han Feitzu y Li Si (siglo III a.c.) - quienes propugnan un credo que tiene ciertas analogías con el pensamiento occidental de Thomas Hobbes (El Leviatán) - el argumento para la tarea que se había propuesto: este dogma defiende la primacía del estado político sobre la sociedad, pues considera que la búsqueda de beneficios individuales es la tendencia que predomina, de manera natural, en la conducta de los seres humanos y la que hace imposible que se sometan a situaciones de orden, disciplina y convivencia a menos que se les obligue por la fuerza (Hobbes también sustenta la necesidad del estado político fuerte argumentando que el hombre es el lobo del hombre).  Li Si fue el lugarteniente del emperador, en su esfuerzo unificador, y dirigió una campaña para eliminar las escuelas de pensamiento diversas del legalismo oficial: muerte de adeptos y proscripción de textos fueron sus procedimientos. A esta medida fueron sometidos, entre otros, los discípulos y textos del maestro Confucio (Los cuatro libros clásicos) y los de su comentarista Mencio; igualmente pasaron por idéntico tamiz textos como el Tao Te King, de Lao Tse, que contiene la filosofía del Tao; los opusculos de Mozi en los cuales se sustenta el moismo o filosofía del amor universal y los escritos canonicos del Yin y el Yan, entre otros. Está campaña se conoció como la guerra contra las cien escuelas de pensamiento. Específicamente la animadversion contra el pensamiento de Confucio (551 a.c. a 479 a.c.) tenía como base el que éste levanta su edificio reflexivo sobre la idea de que el ser humano debe estar motivado, en su conducta personal, por imperativos éticos y no por el ejercicio de la fuerza; mientras que el credo de Li Si le daba todo el crédito a la capacidad de coacción que ejerce el estado político. Qin Shi Huang murió en 221 a.c. y pocos años después el legalismo perdió su poder. La Dinastía siguiente, la Han, adoptaría el confucianismo como credo oficial; posición que mantendría hasta el fin de la China imperial. Sin embargo no cesó, con los siglos, la persecución a los preceptos del maestro: ya abolido el imperio, y erigida la China comunista, en los años sesentas del siglo XX por orden de Mao Tse Dong se llevó a cabo una campaña contra el pensamiento de Confucio (con el nombre de critica a Lin Piao y Confucio) bajo el pretexto de que representaba los argumentos que daban legalidad al poder político feudal, propio del imperio y contrario a la república comunista. Así, más de dos mil años después de la muerte de Qin Shi Huang Di, sus textos seguían siendo objeto de proscripción. No obstante en occidente el maestro se ha posicionado como el filósofo chino más conocido. Igualmente textos como el Tao Te King y los que hablan del Yin y el Yan gozan de alta estima desde los inicios del llamado New Age.

La Sagrada Biblia, esa reunión de textos que por lo menos hasta diciembre de 2021 era aceptado como el libro sagrado por 1.378 millones de católicos a nivel mundial (es decir, el 17,68% de la población global) fué una vez también un libro prohibido, y su supervivencia se debe al culto que se le guardaba en grupos cerrados y muy organizados: los creyentes de la primera era. Desde Nerón, en el siglo I d.c., hasta Constancio y Galerio, a inicios del siglo IV d.c., los cristianos fueron objeto de fuertes persecusiónes a lo largo del gobierno de once emperadores romanos. Durante tres siglos los libros de culto, que entonces se utilizaban en los ritos clandestinos - y que después a partir del Concilio de Roma del año 382 d.c. constituyen el texto bíblico - fueron pasto de las llamas por parte de los legionarios, cuando se les hallaba. Está situación varía con el arribo, al poder, del emperador Constantino y a partir del año 313 d.c. los escritos antaño proscritos se convierten en fundamento teológico del poder, con la converción del emperador, y después de un interregno de paz sus argumentos se trocan en los dogmas esgrimidos para perseguir cuando en el año 1229 se fundó la Santa Inquisición. Está dialéctica parece ser común a este tipo de procesos, como ya hemos observado: Amenophis realizó lo propio con las deidades del panteón politeista de Amon Ra y la ofendida casta de los sacerdotes, a su vez, se vengará borrando el nombre del faraón, y el del Dios Aton, de las petreas bibliotecas verticales, los libros en obelisco. Qin Shi Huang Di y Li Si hieren a fuego las estelas de bambú, con las escrituras de los Cuatro libros clásicos, el Tao Te King y otros; y muerto el primer emperador las tierras del Yan Tse Kiang serán regadas con el fluido escarlata de los postreros discípulos legalistas, antaño  protegidos del poder, y sus textos convertidos en pasto de hogueras. De igual manera prácticas y rituales ofrecidas a las deidades de la naturaleza, comunes y aceptadas en el imperio romano (junto a los textos que las registran) antes del siglo IV d.c., son a partir del siglo XIII d.c. calificadas como prohibidas, expresión de satanismo y brujería, castigadas con la perdida de la vida casi siempre en la hoguera, antecedida por sesiones de tortura brutales a sus adeptos, todo en nombre del amor de Dios. Se calcula que sólo en España la institución de la inquisición llevó alrededor de 30.000 personas a ser rostizadas vivas, desde su fundación en el siglo XV hasta su abolición en 1834 d.c. Un instrumento auxiliar, del Santo Oficio, fueron las cruzadas: migraciones organizadas y dirigidas con objetivo de aniquilar las diferencias religiosas dónde las hubiese. Todo bajo la advocacion del Sagrado texto y con la bendición de sus exegetas oficiales. En este espíritu, el ensayista peruano José Carlos Mariategui considera que la conquista y colonización, de América, por parte de los europeos, fue la expresión de la última cruzada y su objetivo era extirpar la diferencia religiosa que había alimentado las culturas originarias en los lares de Abi Ayala; eso sí, en nombre del amor de Cristo y bajo la advocacion del libro sagrado. Entonces los textos de los pueblos originarios (los quipus de los incas y los libros de aztecas y mayas, entre otros) fueron expurgados en piras, como las de la inquisición; y los escribas o sacerdotes que sabían leer el lenguaje críptico, en que estaban escritos, sucumbieron a la debacle. Los textos que sobrevivieron lo hicieron bajo el rigor de la astucia indígena: aprendieron el lenguaje del invasor y tradujeron su legado a este código; entonces conservaron las ancestrales historias del Popol Vuh, del Chilam Balam de Chumayel, del Libro de los libros del Chilam Balam y otros por el estilo. Necesario es acotar que, paradojicamente, estos textos prohibidos durante tres siglos, volvieron a la vida en la época actual y ahora son condición de vida, de regreso del pasado en la memoria, sin que se opere la usual converción de los textos en argumentos de nuevas persecusiones, como sucedió en el el viejo mundo.

La ecuación hoy prohibido-mañana persecutor  se mostró efectiva otra vez más, varias veces más, por ejemplo con los nazis, en Alemania de las primeras décadas del siglo anterior, que vieron el Mi lucha del Adolf Hitler encarcelado y vituperado en los años veinte, cumpliendo luego del asalto al poder su papel de texto único, material de estudio obligatorio, desde el kindergarden hasta la facultad, en los años treinta del mismo siglo, apoyado por apócrifos como Los protocolos de los sabios de Sión, y de revistas oscurantistas de nombres como Ostara. A su vez, bajo la egida de Mein Kampf fueron excluidos, acusados de literatura degenerada,  obras magistrales como El lobo estepario de Hermann Hesse o Madre Coraje de Bertold Bretch. Más allá de los límites de la vieja Europa, en las entonces tierras de la URSS, los trabajos teóricos de Stalin (El problema de las nacionalidades, y otros textos de política y economía marxista) hicieron el mismo periplo: de reclusión en Siberia a textos de estudio obligatorio en escuelas y universidades; para que en nombre de ellos los sensores oficiales se ensañaran contra Doctor Zhivago, de Boris Pasternak,  contra Archipiélago de Gulag de Alexander Solhenitzin, o contra los poemas de Ana Ajmátova (Requiem por ejemplo).  José Stalin murió en 1953 y con este deceso inicio, en la antigua URSS, una época de relax político, que no duró mucho tiempo y fué conocida como el deshielo por su pretensión de hacer menos rígido el funcionamiento social. Sin embargo, al otro lado del mundo, en Estados Unidos, todavía empapaba la lluvia pertinaz de la infamia hecha gobierno, desde la voluntad intolerante de un senador provinciano, Joseph McCarthy, que desde su curul, y apoyado por el aparato político del status quo, desató lo que Arthur Miller comparó con la caza de brujas en su obra Las brujas de Salem (1953)persiguiendo e injuriando la diferencia de opinión, calificando de comunista a todos los que no compartían su visión simplista y bucolica de la vida. Víctimas de la intolerancia monodoxa de este personaje fueron las obras de Miller,  las de Bertold Bretch (otro que, como sucedió a Confucio, fué infamado por Tirios y Troyanos), las de Orson Wells y Thomas Mann, entre muchos otros. Pero McCarthy fue sólo un ejemplo tímido de lo que puede lograr la voluntad de prohibición, cuando de intolerancia se trata. Hoy las estadísticas dan fe de la inclinación de las juventudes a leer cada vez menos, ajustando sus criterios de decisión a la opinión de un Tweet o a la información de un WhatsApp, por lo cual la prohibición funciona de manera más efectiva: continua y por autoimposicion. Ejemplo de esto han sido las juntas escolares, del aparato educativo norteamericano, que están censurando obras de literatura, renovando la práctica de la prohibición a nivel del micropoder, atomizando la infamia, haciendo objeto de este juicio prejuiciado a textos como Matar a un ruiseñor, de la escritora Harper Lee, ganadora de un premio Pulitzer en los años sesentas del siglo XX, pero juzgada en la actualidad de lectura inmoral, por una junta escolar con opiniones simplistas, provincianas y sobre todo prejuiciadas. Porque aún a nivel local, como revelo Michelle Foucault, el poder sigue teniendo veleidades de opinión única y represión de la diferencia.

28 de noviembre de 2023.
Magoc.


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