DE ESCRITORES Y MANÍAS.

Los vecinos y transeúntes, de la entonces pequeña ciudad alemana de Koeninsberg, en la segunda mitad del siglo XVIII, sabían con exactitud cual era la hora exacta cuando veían pasar al conocido profesor (privat docent) de la Universidad, Emmanuel Kant (1724 - 1804), con rumbo al hotel donde hacía su almuerzo: era indefectiblemente la una de la tarde; y lo sabían porque lo vieron haciendo este recorrido, como un cronometro a la misma hora, durante los cuarenta y dos años en que ejerció la docencia y que van desde 1755 a 1797. La vida del profesor (autor de las obras filosóficas que dieron origen a la corriente de la filosofía critica alemana) por otro lado era de una monotonía incomparable. Uno de sus biógrafos, Kuno Fischer, la describe de esta manera: 

"Su manera toda de vivir estaba arreglada según principios exactos y costumbres que tenían el carácter de una regularidad matemática. Tenía distribuido el día con la mayor exactitud y el uno era completamente igual al que lo precedió. El tiempo era la principal fortuna de Kant y lo administraba como su dinero: con la mayor economía. El sueño no debía durar más de cinco horas. A las diez en punto se acostaba y a las cinco de la mañana se levantaba. Tenía su criado orden de despertarle y de no permitirle, de ningún modo, dormir mas tiempo. (...) Dedicaba la mayor parte de la mañana a las lecciones. A las siete en punto salía de su cuarto de estudio (...) A eso de las nueve, hora en que de ordinario terminaban sus lecciones, regresaba a su casa (...) Trabajaba sin descanso hasta la una, hora en que salía a comer..."  (1)

La costumbre de aquel profesor universitario, su milimétrica distribución del tiempo, le permitieron crear una de las obras de mas trascendencia dentro del pensamiento occidental: a Kant se le deben las muy conocidas Critica de la razón pura, Critica de la razón practica, Metafísica de las costumbres, y otra serie de estudios académicos y filosóficos de envergadura. Esta capacidad del profesor de Koeninsberg para colocar un orden inmutable, a su vida entera, si bien es producto de un autodominio inusual, también es expresión de una particularidad sicológica que dominaba todos sus impulsos vitales, como sus inclinaciones, y que el se encargó de cultivar en si mismo a lo largo de su vida. A esta particularidad debemos la posibilidad de producir la importante obra de que antes hablamos. Y es que los escritores, como cultores del pensamiento, son casi siempre seres extraordinarios, que exhiben particularidades de comportamiento, peculiaridades que los diferencian del resto de los seres humanos. Particularidades que denotan inclinaciones en las cuales demuestran una intensidad superior al común, un interés superlativo que los separa del conjunto de las personalidades usuales. Kant, inclinado al pensamiento matemático, aplicó esa inclinación en la investigación de las maneras y presupuestos que hacían posible el pensamiento humano y nos reveló, como producto de esa tendencia propia de su personalidad, que la realidad objetiva no está en el afuera de la mente, sino que se forma en lo interno del pensamiento, que está determinada por las ideas de espacio y tiempo (junto con otro grupo determinado de categorías) que condicionan toda la percepción de la realidad, desde el interior del pensamiento mismo. Todo está en la mente podria haber concluido el profesor de Koenisberg. Pero descubrir esto le fue posible gracias, en mucho, a su manía de economizar milimétricamente el transcurrir del tiempo, su propio tiempo.


Sócrates (470 a.c. al 399 a.c.), como Jesús de Nazareth, no escribió nada, pero su compulsión a disputar constantemente con sus vecinos de Atenas (la ciudad griega donde vivió toda su vida), condicionó a sus seguidores para producir uno de las más copiosas fuentes de reflexión de que se tenga idea, tanto que llegó a convertirse en uno de los pilares del pensamiento occidental. Sócrates al parecer tuvo como oficio la escultura, por lo cual sus adversarios lo llamaban picapedrero, pero su verdadera inclinación fue la retorica: el arte de hilar argumentos con cierta concordancia y de convencer con estos razonamientos, a través de la palabra hablada (Federico Nietzche lo apostrofa como el inventor de la logica, concepto que terminó destruyendo el pensamiento mítico de los antiguos griegos). Este filosofo ateniense segun los relatos de quienes lo conocieron hizo uso desmedido de su inclinación: se dice que se le podía ver disputando constantemente tanto en las oficinas como en el foro, y algunos aseguran que en sus excesos verbales llegaba a darse coscorrones a sí mismo, o se arrancaba con violencia los cabellos de la cabeza (1). Aún más, su joven esposa, Jantipa, lo trataba con aspereza, a causa de su verborrea, y en algún exceso de ira llegó a arrojarle agua o inclusive a desnudarlo en público, actitudes que el filosofo soportaba con mucha paciencia. De costumbres frugales, se le veía descalzo por las calles de atenas, portando siempre el mismo deslucido y muy usado traje. Muchas veces rehusó el dinero que le ofrecían sus admiradores ricos y cuando se le condenó a muerte, rechazó la posibilidad de fugarse de la cárcel, que le ofrecían sus discípulos, por considerar que aún bajo riesgo de la propia vida siempre se debe obedecer a las leyes (2). El caso es que la incontinencia verbal  convirtió, al esposo de Jantipa, en un ciudadano ilustre en su patria, y la calidad de sus razonamientos mas que su volumen, aunque ambos aspectos fuesen juntos en él, inspiró a sus discípulos y admiradores a escribir obras de literatura y filosofía (y aún de teatro satírico, como sucedió con Las Nubes de Aristofanes) que aún hoy son ampliamente estudiadas y comentadas. Así por ejemplo Platón, su discípulo, facturó toda su copiosa obra bajo la forma de Diálogos en los que siempre se ve a Sócrates disputando, conversando, reflexionando con sus oponentes, todo el tiempo en busca de la verdad que se encuentra oculta en la interioridad de cada ser humano, fundando el método que se conoce con el nombre de dialéctica (3). En la Apología de Socrates Platón narra lo que fueron los últimos momentos del ateniense: desde el juicio en que se le condenó a muerte hasta su permanencia en la cárcel, donde se le dio administró el veneno (cicuta) mediante el cual se cumplió la aciaga sentencia. Otros que escribieron bajo el influjo de la verbosidad socrática fueron: Jenofonte, quien redactó sus Recuerdos de Socrates;  Aristoteles, que menciona al filosofo en el extraviado tercer tomo de su Poética  (que por otra parte es la obra en la cual Umberto Eco se inspiró para escribir su En nombre de la rosa, de que hemos hablado en anteriores artículos). Mas cercano a nosotros, Federico Nietzche, en el siglo XIX, en su obra titulada El nacimiento de la tragedia apostrofa a nuestro pensador ateniense acusándolo de ser el causante de todos los males ocurridos al pensamiento mitológico griego hasta su desaparición . Vemos, pues, como la manía de la verbosidad de Sócrates inspiró muchas reflexiones (aunque el mismo no escribió nada de que se tenga memoria) que aún hoy, a mas de dos mil seiscientos años de su existencia, siguen dando tela que cortar.


De haber vivido en nuestra época, quizás los especialistas en anomalías de la mente hubiesen diagnosticado que tanto Socrates, como Kant, padecían algún tipo de manía compulsiva, es decir algún tipo de trastorno de la conducta que los impelía a repetir un comportamiento de manera constante, pero bendita esa anomalía que los impulsó a dejar constancia de su paso por el mundo y a legar una obra que los hace inolvidables. Seguramente de haber vivido en el siglo XIX ambos hubiesen sido parte de los personajes biografiados en La comedia humana, ese proyecto literario de gran envergadura donde Honorato de Balzac (1799 - 1850 d.c.) se propuso retratar, en un megaesfuerzo y con volumen enciclopédico, todos los ejemplares humanos-tipo que habitaban la sociedad de aquella época. Balzac fue un escritor francés, autor de una de las obras más copiosas en el campo de las letras, y como no podía dejar de ser, este creador también fue objeto de una condición anómala que lastraba su comportamiento. Mucho esfuerzo costó al escritor hacerse un camino en el exigente campo de la producción novelística en una época en la cual los impresores no arriesgaban su capital sino en la producción de autores consagrados y cuando por fin logró el éxito, con la publicación de Los Chuanes en 1829, llegó a este universo literario aquejado desde tiempos anteriores por una irrefrenable necesidad de hacerse millonario, que lo asaltaba cada cierto tiempo, engendrando en él una inclinación a emprender fantásticas y costosas empresas irrealizables, que terminaban por dejarlo en la ruina y cada vez más prisionero de deudas. Para colmo de males Honorato hubo de cargar con la manutención de toda una familia (su madre siempre demandando dinero y atenciones, sus hermanos buenos para nada y una hermana que terminó como huésped permanente de manicomio) cuyos costos debía subvencionar continuamente. Balzac tenía no una manía, la que ya mencionamos, sino varias: era también lo que hoy se denomina como un workaholic, es decir, maniático del trabajo: su jornada de creador literario, de redactor de fantasías, tenía horario definido: duraba los trescientos sesenta y cinco días del año, en jornadas diarias (más bien nocturnas) que comenzaban a las doce de la noche y culminaban a las doce del mediodía del día siguiente; con periodos de descanso que se cronometraban entre las seis de la tarde y las doce de la noche. Como Kant, entonces, su tiempo estaba milimétrica mente administrado. Esta cualidad le permitió concebir y escribir mas de un centenar de obras que comprenden su pantagruélico proyecto literario (sus Obras completas fueron impresas en París, entre 1869 y 1875, en 24 gruesos volúmenes; y después han habido múltiples reediciones y reimpresiones), al que dio el titulo de La comedia humana. Pero a pesar de que su labor de novelista le dejaba buenos sueldos, la cuestión es que nuestro autor de marras quizás por la angustia del clan familiar al que debía mantener económicamente, posiblemente por la presión intolerable de las deudas enormes que siempre lo aquejaron, o quizás por la tensión sicológica que le causaba su método extenuante de trabajo, en ciertos momentos experimentaba cambios de conducta que lo transportaban a un estado mental donde se sentía en la cima, arrebatado por el éxtasis de sentirse todopoderoso, y se lanzaba a empresas tan descabelladas como ruinosas para su economía personal, pero que él obnubilado por una ilusión infantil  consideraba que lo convertirían en un acaudalado burgués; así buscó convertirse en editor independiente (después de un pleito judicial con un poderoso impresor parisino), y en enero de 1836 (cuando iba a cumplir treinta y siete años de edad) adquiere un pequeño e insignificante periódico que salía dos veces a la semana, el "Chronicle de París", y se convierte en su editor e impresor con la idea que por su sola presencia el tabloide se convertiría en una sensación periodística. Pero la realidad cruda y desnuda golpea como masa provista de clavos a las más candorosas ilusiones, y al año Balzac estaba vendiendo con perdidas su participación en el news, que ya estaba en quiebra a pesar de que había publicado en este pasquin sus novelas, por entregas como era la moda en aquella época. Después del periódico el autor de Papá Goriot  se involucró en otras empresas, tales como la especulación con venta de terrenos en las afueras de París, la explotación de una abandonada mina de plata en Cerdeña, la dirección de una sala de teatro y la puesta en escena de obras dramáticas, todas estas ilusiones que en su mente cobraban la dimensión de grandes proyectos que deberían haber sido rentables hasta convertirlo en millonario, pero que en la practica resultaron ser muy fragiles y engañosas, ilusiones que se quebraron pronto dejándole la amargura de las nuevas deudas, contraídas para levantar cada una de esos emprendimientos fallidos. En el mundo de la literatura, el único en el que en realidad tuvo éxito, se conoce a nuestro autor por haber facturado obras como Los Chuanes, Papá Goriot, La prima Bette, Pequeños burgueses, Un asunto tenebroso, El coronel Chabot, Retratos de provincia  y muchos otros más, que agrupó en ese proyecto descomunal que ya mencionamos. La ultima ironía de la vida, para con el escritor frances, se presentó en 1850 cuando se casó con la condesa polaca Hanska (estuvo tras de ella mucho tiempo pues toda su vida había querido entrar en la nobleza y siempre negaba su ascendencia proletaria) logrando su sueño, para morir sólo tres meses despues de celebrado el matrimonio, su ultima empresa fallida.


Los actos repetitivos pueden llevar, en los seres humanos, a situaciones anómalas de conducta que los profesionales del área clasifican como actos fallidos, modalidades de neurosis, manías, y que casi siempre causan un sufrimiento al individuo que los padece. Casi siempre el origen de estas conductas se halla en causas inconscientes y la conducta repetitiva busca irracionalmente aliviar la tensión que inicialmente produjo un suceso traumático, revivido en momentos que tienen alguna similaridad con aquella situación inicial. La conducta de Kant, ya lo vimos, exponía ante los demás un personaje ordenado y discreto; una manera de protegerse de cualquier posible peligro o amenaza exterior haciendo ver que él mismo no era un personaje agresivo o peligroso, sino que podía pasar desapercibido dentro de la comunidad. Su interés por destacar no se daba en el terreno de la influencia en el medio social, sino en el campo intelectual. No podemos decir lo mismo de Socrates, quien si bien también se realizó en el medio intelectual, no dejó de impactar con su discurso en el ambiente social, pues su objetivo manifiesto era la búsqueda de la verdad escondida en el interior de cada uno de los seres con los que se enfrascaba en discusión ilustradora, en dialogo fructífero. Desde aquella época (más o menos seiscientos años antes del nacimiento de Jesús de Nazareth) el ejemplo del filosofo ateniense (condenado por la asamblea de su estado a beber cicuta, un veneno potente, por causa de sus creencias y opiniones expresadas en público) nos ha dejado enseñanza del riesgo que conlleva exponer la verdad  ante el publico, ante la sociedad. Al igual que en Socrates, en Balzac la conducta repetitiva lo empujaba a exhibir una actitud retadora, desafiando las normas sociales que lo constreñían a desempeñar un papel estereotipado, dentro de la comunidad de su tiempo, y buscando alternativas para realizar este sentir suyo de que los demás no podían dictarle las normas para direccionar su vida: aunque era un escritor como no había otro en su época - y aquí residió su fuerza y su habilidad excepcional que lo distinguía del común - se negó a ser sólo eso, no quizo ser sólo el redactor de novelas, y quiso también ser burgués adinerado, sentir el poder de poseer y el deleite de derrochar, anhelo que lo fue gastando en aventuras imposibles, como ya lo expusimos. Esa misma actitud ante la sociedad, ese defenderse de los condicionamientos sociales atacando, desafiando, retando, se encuentra en la conducta de Savinien de Cyrano de Bergerac (1619 - 1655), el escritor francés al que se conoce por haber creado textos que sitúan en su época la prehistoria del género literario de la ciencia ficción. Cyrano, en su corta vida, se distinguió por ser un duelista irredento, arriesgando su vida en multiples ocasiones por cuestiones de honor; podría decirse que durante su vida fue el acero de su espada más que la labor de la pluma y la tinta lo que le dictaba la norma de conducta. El de Bergerac encarnó en su vida el personaje del mosquetero, que más de un siglo despues inmortalizó, en Los tres mosqueteros y otras novelas similares, la imaginación de su compatriota Alejandro Dumás. A la temprana edad de veintidós años, a causa de su irrefrenable compulsión a batirse en duelo, Savinien Cyrano recibió una herida en el cuello que lo obligó a colocar puntos suspensivos a ese estilo de vida. En las ocasiones felices en que cambio el acero, por el tintero y la pluma, dio a la posteridad algunas producciones que a fuerza de ingeniosas lograron que su memoria no fuese olvidada con su muerte. Las más recordadas son dos obras titulada: Viaje a los estados e imperios de la luna  Viaje a los estados e imperios del sol,  que pasan por ser los modelos iniciales de la literatura de ciencia ficción. En ambas creaciones diseña un modelo de nave para viajar al espacio, a los astros distantes, y que se posa en lugares donde encuentra sociedades diferentes a la humana (los selenitas o habitantes de la luna y los habitantes del sol), lo que era también un reto al estilo de pensamiento de su tiempo, que estaba aún pugnando por salir de los modelos cosmológicos del medioevo, en los cuales la tierra era el centro del mundo y los astros, que giraban al rededor de nuestro planeta, permanecían encapsulados como en invisibles esferas de cristal haciendo imposible cualquier transito entre ellos. Este era el modelo aristotélico que aún no superaban los mejores intelectuales (en España fue dogma casi hasta la época de las universidades franquistas, en el siglo XX) y contra este arcaísmo iban dirigidas las estocadas de tinta de nuestro duelista. Con la pluma de ganso seguía buscando el cuerpo del adversario intelectual,  como lo hacía en la vida real con el acero de su espada, siempre combatiendo por el honor o por la validez de la idea. ¿En que medida sus creaciones literarias fueron influenciadas por su conducta repetitiva de desafío a las convenciones? Edmundo Rostand escribe una biografía del mosquetero de la ciencia ficción (titulada Cyrano de Bergerac), de nuestro Dartagnan de Bergerac, que desdibuja al intelectual, haciendo que su apostura desafiante sea una respuesta de conducta ante los menosprecios recibidos en cuanto poseedor de una nariz descomunal ("no era la nariz de un hombre; era un hombre pegado a una nariz"); pero tras de los textos imaginativos del francés se adivina mucho más que esa explicación simplista. ¿Que hay de común en la pasmosa economía del tiempo que inducia la parsimonia con que conducía su vida Emanuel Kant, y la arrebatada, por explosiva, vitalidad de Cyrano de Bergerac siempre dispuesto a jugarse la vida en una lid de aceros asesinos y pulsos alterados? ¿Mas allá de la posibilidad de ser encuadrados en el dudoso honor de ser afectados por una compulsión o una manía, hay algo que identifique a Balzac y a Socrates? Sin duda todos ellos irrumpieron con fuerza contra las ideas que soportaban el estatus quo  creando la posibilidad de que los seres humanos pensaran, vivieran y concretaran alternativas de existencia diferentes: Kant termina de derrumbar las ultimas trincheras del pensamiento medieval determinando hasta donde era valido, y desde donde era falaz, hablar de metafisica, sofisma retorico en el que se atrincheraban las postreras gárgolas de la ortodoxia cristiana. Después de la filosofía critica, inaugurada por el privat docent  de Koeninsberg la mencionada metafísica  dejo de ser esa combinación de hermetismo alquímico y astronomía judiciaria que daba razón de todo lo divino y lo humano, para provecho de reyes y papas mas la desgracia de siervos de la gleba y burgueses de la primera hora. Y siglos antes, con la dialéctica  de Sócrates los crueles Dioses, de los que decía Eurípides que se divertían haciendo la desgracia de los hombres, retrocedieron a las trincheras olimpicas, donde, al decir de Federico Nietzche, los aniquiló la lacrimógena del logos socrático,  la lógica, la razón que hacia sus primeras víctimas en la carne de los hijos del titan Cronos, pero que más tarde hará sus masacres entre los asaltantes de la bastilla (1789) o los obligados visitantes de la guillotina. Balzac, por su parte, desnuda sin tapujos la vida de los seres humanos que viven, mas de veinte siglos después de Sócrates, en sociedades modeladas desde la razón y el calculo, ayunos de metafísicas  o de adiciones teológicas, donde los templos de los dioses habían sido reemplazados por los grandes almacenes, menos exigentes en el protocolo de adoración al Dios y más expeditos en el cumplimiento de producir el deseado bienestar o la inmediata felicidad...todo por un módico precio y sin hermeticas sibilas ni molestas abluciones. Si bien Balzac no critica su momento, si lo muestra en su cruda realidad, vestido con el traje del emperador (es decir, desnudo en su frialdad humana y con la crudeza de su sensualidad despojada de ideales trascendentes), y esto es ya un ataque a las murallas del pensamiento burgués, como lo había sido el logos socrático para el dominio férreo de los crueles Dioses olimpicos, como lo será la filosofía critica de Kant para la ortodoxia católica medieval, como lo será la ficción del de Bergerac para romper los cristales góticos en que se sostenían las esferas cosmológicas del modelo aristotélico, permitiendo a los seres humanos viajar fuera del planeta con rumbo a la luna o al sol, primer paso para la conquista del universo exterior: el viaje en la ficción que presupone el viaje real; a su vez paso importante para la conquista del ser humano por si mismo: saber lo que se puede para saber quien se es. Entonces, más que modelos de una patología conductual (afectados de una neurosis, de una compulsión, de una manía) nuestros autores de marras son maniáticos de la insurrección contra el anquilosamiento de formas de pensar, que si una vez fueron funcionales y progresistas, terminan siendo retardatarias, opuestas al necesario movimiento y transformación hacia modelos nuevos o ya conocidos, en todo caso adaptados a las nuevas realidades humanas.


Freud, en un ensayo sobre Thomas Woodrow Wilsonrevela que desde los descubrimientos del sicoanálisis el atributo de la genialidad no es cualidad exclusiva de la normalidad sicológica; por el contrario, expresa, "a menudo son las cualidades enfermizas del individuo, las unilateralidades de su desarrollo, la anormal intensificación de deseos aislados, la entrega sin critica ni inhibición a un único propósito, lo que les dio el poder de impulsar adelante a otros junto con ellos y superar las resistencias del mundo exterior"  (4); aunque también reconoce que el genio no siempre es una personalidad neurótica, sino que puede poseer y expresar rasgos de normalidad en un porcentaje mayoritario de su comportamiento. La opinión profesional del psicoanalista vienes, no obstante, no hace una delimitación tajante entre la patología síquica y la normalidad, mientras que muy por el contrario afirma que los marcos rígidos  en la determinación de estas definiciones, por lo menos desde el siglo XX y con los descubrimientos del sicoanálisis, han sido lastrados por las imputaciones de obsolescencia y superados en gran porcentaje, hasta el punto de reconocer que "los síntomas neuróticos y las  limitaciones caracteriológicas se han hecho propias en cierta medida de todos los miembros de la sociedad civilizada"  (5). La tentación a la rigidez en el trazo de las definiciones síquicas, por cuestiones propias del poder o de institucionalización de un pensamiento dominante; es decir por situaciones sociales, conllevó a la aparición de fenómenos paradójicos como el que relatamos a continuación: iniciando el siglo XIX, en la España santurrona, que rendía culto a la ortodoxia católica, retardataria y prejuiciosa, ambientada en tedeums y sahumerios, delirante en las procesiones de semana santa ahitas de latigazos, de autoflagelaciones; transida de sufrimiento evidente por las múltiples y obligatorias continencias (sensual, sexual, sentimental...) exigidas por la norma religiosa, negadora de toda moral que no fuera la cristiana acunada en las sacristías pregóticas y las catacumbas; en aquel país que tenía como exigencia férrea, a las féminas del común, la emulación al ejemplo mariano de fidelidad matrimonial a toda prueba, paradójicamente puertas adentro del lugar donde deberían haberse practicado estos preceptos con mayor celo y ahinco, el palacio del Escorial, la reina Maria Luisa, representación social actualizada en la época aquella del ideal de santidad femenina, era una mujer lastrada por un comportamiento libidinoso al extremo, afectando en la intimidad de la aristocracia madrileña un ejemplo de ninfomanía que si bien en una mujer común debería haber sido un asunto privado, sin mayores consecuencias que para la persona en cuestión; por el contrario, se presentaba escandalosamente en la reina como consorte del máximo detentor del poder monárquico, el rey Carlos IV; aquella adicción desmedida al goce sexual la hizo objeto del calculo ambicioso de hombres que se aprovecharon de su debilidad para encumbrarse hasta el papel de gobernantes, a la sombra de su necesidad de ternura, mientras ella hacia el deshonor de su real esposo y su principesca prole. Su hijo, quien reinaría posteriormente con el titulo de Fernando VII, ya siendo anciana la despreciaba públicamente, quizás como reacción tardía contra la progenitora que lo había lastrado con aquella ofensa desde su niñez (6). La manía sexual de la consorte de Carlos IV, que no la condujo a facturar ninguna obra genial y que es recordada solo por su situación encumbrada, generó una fractura en la moral de rígida apariencia cristiana para el imaginario social peninsular. Esta fractura fue uno de los multiples factores que si impulsó, por otra parte, la irrupción de una de aquellas personalidades geniales de que lineas antes nos hablaba Freud. Simón Bolívar, el genio de la guerra y autor literario de diezmil misivas, tuvo un encuentro fugaz con la reina ninfómana, y al contrario de los Godoy, los Manuel Malo y tantos otros aprovechadores, rehusó la oferta del placer que le hizo la fémina en trance de urgencia por satisfacción (7). De haberla aceptado, posiblemente hubiese terminado siendo un efebo mas del harem masculino de la exprincesa de Parma (con su talento posiblemente hubiese llegado a ocupar cargos políticos de importancia en la administración peninsular o en la colonial suramericana), y otro ofensor en la cuenta del vengativo príncipe heredero, contemporaneo suyo y futuro rey Fernando VII. 

Bolívar, el hombre que hizo rechazo de las pretensiones libidinosas de toda una reina, con aquella actitud ya daba pruebas de lo que sería su actitud respecto a toda sumisión al poder monárquico: en adelante dará evidencias más intensas y patentes de su acrimonia contra todo lo que signifique sometimiento al dominio de los reyes. Su actitud, sus manifestaciones, en este sentido, quedaron registradas en las más de dos mil cartas que sobrevivieron a la debacle bélica. Simón José Antonio, así con su nombre extenso, cumplía con las cualidades que Sun Tzu considera (en su obra El Arte de la guerra) como necesarias en un general que quisiese ser exitoso en su gestión, esto es: "sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje y disciplina". Con este bagaje personal se empeñó en el combate contra el dominio de los Borbones como estirpe, y de la doctrina monarquica como dogma político, en suramerica. Tenía conciencia que la subordinación a cualquier monarca conlleva la supeditación a un modelo de soberanía inscrito en el ejercicio de la crueldad y al imperio del miedo, porque, como veremos a continuación en la opinión de dos defensores de la monarquía: A- la soberanía del rey es conquistada por el ejercicio del temor, como lo estipula Thomas Hobbes, teórico ingles del absolutismo cuando expresa que: "un estado por adquisición es aquel en que el poder soberano se adquiere por la fuerza (...) cuando los hombres, singularmente unidos por la pluralidad de votos, por temor a la muerte o a la servidumbre, autorizan todas las acciones de aquel hombre o asamblea que tiene en su poder sus vidas y su libertad"  (8); B- conservar el dominio sobre el pueblo, para el monarca soberano, conlleva el ejercicio de la crueldad, así lo reputa Maquiavelo, quien establece que para el principe: "podemos llamar buen uso los actos de crueldad (...) que se ejercen de una vez, únicamente por la necesidad de proveer a su propia seguridad, sin continuarlos después..."  (9), y que "es menester que el que toma un estado haga atención en los actos de rigor que le es preciso hacer, a ejercerlos todos de una sola vez e inmediatamente, a fin de no estar obligado a volver a ellos todos los días, y poder, no renovándolos, tranquilizar a sus gobernados, a los que ganará después fácilmente haciéndoles bien" (10).  Bolívar no compartió esa aceptación a los imperativos del miedo ni del ejercicio de la crueldad; por esto se negó a los seguros provechos que hubiese obtenido de ceder a las urgencias libidinosas de una reina amoral. Prefirió, por el contrario, empeñarse en una guerra por la construccion y ganancia de la libertad politica para su terruño suramericano; proceso en el que terminó ofendiendo, con las armas, al rey español Fernando VII, al que en su juventud se negó a ofender en el deshonor de acostarse con su progenitora. ¿Donde aparece aquí la tendencia maniaca de Simón de América? Para 1823, cuando sus afanes de guerrero se dirigían a vencer y expulsar los últimos remanentes del ejército imperial en el Perú, se hace recurrente, en él, su insistencia a exigir que se hiciera la Paz  a corto plazo y con la menor perdida de vidas posible. Siendo él un presidente en campaña, estando en Guayaquil, el 14 de febrero de aquel año le escribe al vicepresidente de Colombia (la grande) en estos términos: "repito mi encargo sobre la Paz: que se haga a todo trance, costare lo que costare, sin reparar en condiciones. Un tratado se reforma por otro tratado, y Colombia es mas respetable hoy que nunca..." (11). Días antes había escrito a su homologo, el general José de Sanmartin, en los mismos términos. En sus cálculos tendentes a hacer la Paz a todo trance están presentes el ahorrar las crueldades de la guerra, evitarlas a los soldados y ciudadanos, confiando en los cambios geopolíticos que ocurrían en Europa y en la propia América; pero sus razonamientos fallaron al no tener en cuenta la dimensión de la adicción a la violencia, por parte de los monarcas españoles y europeos, como su desprecio por las vidas de sus entonces súbditos, lo que obligó al general caraqueño a conseguir la ansiada Paz por el victorioso ejercicio de la guerra, en las jornadas de Junio y Ayacucho (esta ultima en 1824), en las que terminó con el poder español en el Nuevo Mundo. Antes de este final, el luchador que era se hizo consciente que su manía, de la paz a todo trance, podía no ser más que una idea suya, una idea recurrente que la realidad no respaldaba, un anhelo de su espíritu humanista; y así, en otra misiva que dirige al vicepresidente de Colombia (la grande), fechada el 29 de abril de 1823, aludiendo a su esperanza de terminar la guerra por una negociación sin mas derramamiento de sangre expone: "esta idea me tiene muy confortado. Porque yo siempre tengo una idea confortativa de Paz y reconocimiento, como vd. lo sabe, y aún me he reído a mi costa de mi PAZOMANÍA"  (12). Antes que un general victorioso, como lo describe Sun Tzu, a pesar de que tuvo las cualidades de tal, Bolívar puede ser inscrito como Socrates, Kant, Balzac, Cyrano de Bergerac, en la estirpe de los hombres de genio, los cuales fueron maniáticos de la insurrección contra el anquilosamiento de formas de pensar, que si una vez fueron funcionales y progresistas, terminan siendo retardatarias, opuestas al necesario movimiento y transformación hacia modelos nuevos o ya conocidos, en todo caso adaptados a las nuevas realidades humanas.





(1) Introducción de Nuño Fischer a: Kant, Critica de la razón pura, Editorial Losada, Buenos Aires, 1983, pag. 65.

(2) Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos mas ilustres, Ediciones universales, Bogotá, s\f., pag. 55 a 63.

(3) Una de las traducciones de los Diálogos de Platón, al castellano, fue hecha por la Imprenta de la Universidad Central de Venezuela; impresa en Caracas en los años sesenta del siglo XX, en doce tomos que contienen la traducción directa del griego hecha por el eminente humanista español Gabriel García Bacca.

(4) Sigmund Freud, "Thomas Woodrow Wilson", en: Autores varios, Genialidad y neurosis,  Monte Avila editores, Caracas, 1977, pag. 34.

(5) A. V., Genialidad y neurosis,  pag. 32.

(6) El caso de la reina Maria Luisa, junto con otros, se reseña en: Irving Wallace, Las ninfómanas y otras maniacas. Las vidas, amores y aventuras sexuales de algunas mujeres escandalosas y liberadas,  Editorial Grijalbo, México, 1971.

(7) Ver el relato que hizo Bolivar de este rechazo, a las pretensiones sexuales de Maria Luisa, en: Perú de Lacoix, Diario de Bucaramanga. 

(8) Thomas Hobbes, El Estado, Fondo de Cultura Económica, México, 1977, pag. 44.

(9) Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, Bloque Dearmas, Caracas, Venezuela, sin fecha, pag. 56.

(10) Nicolás Maquiavelo, ibíd., pag. 57.

(11) Simón Bolívar, Obras: cartas, proclamas y discursos, volumen II, Ediciones de la CANTV, Caracas, 1982, pag. 726.

(12) Simón Bolívar, op. cit., pag. 744.


16 de agosto de 2024.

Magoc.



Comentarios

Entradas populares