DE ESCRITORES EXTRAORDINARIOS: UMBERTO ECO (2).

 


En el articulo anterior hicimos una muy breve semblanza del escritor italiano Umberto Eco y realizamos incipiente reseña de algunos de sus textos. Nos detuvimos, al final en una reflexión sobre su novela de 1980, EL NOMBRE DE LA ROSA, que aquí pretendemos continuar. Abordamos brevemente la complejidad que este ensayo de narrativa encierra y los diversos sentidos que de ella dimanan, todo de acuerdo con la definición semiótica que maneja Eco en la que se define al objeto cultural "libro" como una máquina productora de sentidos.  Definición que no ve, al libro, como un objeto mecánico a la manera de la filosofía de la ilustración (el mecanicismo de, por ejemplo, los escritores de LA ENCICLOPEDIA DE LAS CIENCIAS Y LAS ARTES , o de EL HOMBRE MÁQUINA, de La Mettrie, ambos textos del siglonXVIII); para comprender este concepto debemos remitirnos a Gilles Deleuze (EL ANTIEDIPO, en colaboración con Félix de Guatari) quien, a su vez, define al ser humano como maquina que tiene deseos,  y a su integralidad biologica como cuerpo deseante, lo que implica factores biopsicosociales que integran esa unidad compleja que llamamos ser humano. El libro, como extension de la memoria humana, es memoria vegetal  en cuanto es artilugio mnemotécnico facturado en materias derivadas de la celulosa o industrializadas a partir de ella: memoria humana conservada en derivados vegetales. Hasta aquí transcribimos conceptos emitidos, por el propio autor piamontés, en diversos artículos y\o entrevistas. Podemos por analogía definir al libro como receptáculo de recuerdos y experiencias, de los deseos y las satisfacciones o insatisfacciones de esa máquina que desea que es el homó faber. El libro como extensión de la corporalidad intangible (memoria, imaginación, creatividad). Esta breve e incompleta definición (podría decirse mucho mas de la analogía Eco- Deleuze) nos remite a la importancia que han revestido las bibliotecas en el desarrollo de la cultura, y las dimensiones apocalípticas que guarda la incineración de estas maquinas receptaculos de memoria o productoras de sentido:  quemar textos casi equivale a quemar cuerpos, pues se trata de la extensión de procesos intangibles que le son concomitantes al ser biologico, sin los cuales no existiría la calidad de humano que hace distancia de la pura animalidad. 


Decíamos que de desde los diversos niveles de lectura que se pueden hacer, de la novela de 1980, una de ellas es en clave hermética desde la cual se puede ver en la pirohecatombe de la abadía (escenario final de la trama) un símbolo del apocalíptico final del mundo, que concreta el biblico juicio del culpable universo humano y su purificación por el fuego, tal como se proyecta en las interpretaciones del libro de San Juan, alguno de cuyos eruditos comentarios se reputa, en la ficción del italiano, al monje Jorge de Burgos, autoridad en la exegesis del Armagedon, Eco dixit. Más en una quizás osada proyección, o extensión, del escenario apocaliptico imaginado por el piamontés, agregamos también que de manera similar se podía observar el reflejo este simbolismo en, por ejemplo, la escena de la gran hoguera imaginada por Nathaniel Hawthorne en EL HOLOCAUSTO DEL MUNDO, como en las pragmaticas quemas de libros del primer emperador de China: Chin Tzi Huang Ti; también en la cristal nacht o noche de los cristales rotos, sucedida en la Alemania nazi de principios de los años treintas (del siglo XX); pero igualmente podemos entrever la acción del bibliotecario ciego en la tragedia del templo de David Koresh, en Waco, Texas (años setenta del siglo inmediatamente preterito); o en la tragedia de la incineración de la biblioteca de Bagdag después de la invasión de los mariners norteamericanos a ese país; o inclusive en el atentado a las torres gemelas, en Nueva York (11 de septiembre del año 2000). En la intento autoris o intención manifiesta del autor posiblemente sólo estuvo presente, al plasmar su idea estética, el concepto del holocausto del monasterio como analogía de acción apocalíptica; pero como el propio Eco reconoce, una vez concretado el objeto literario la intentio lectoris reconstruye el mensaje adicionando, quitando, transformando, deformando, volviendo a formar, interpretando, reinterpretando, construyendo, reconstruyendo, a la medida de la imaginación del o los lectores. Aquí el juego de los sentidos que derivan del texto una vez salido de las manos de su creador, iniciando una sucesión de multisemica que muchas veces se aparta o contradice la intento autoris como hijo que reniega de la paternidad castrante en su intención de unico sentido manifiesto (un posible ser en el Edipo de la creación literaria).


La biblioteca de la abadía, en cuanto lugar de almacenamiento de la memoria vegetal, ensambla dos conceptos presentes tanto en la historia de la filosofía medieval como en la creación literaria de ese genio que fue el argentino Jorge Luis Borges: la idea del laberinto y la del universo como imagen de la mente del creador. Un concepto geográfico y arquitectónico (el laberinto) imbricado al concepto teológico aristotélico (la mente de Dios como el lugar donde reside toda la sabiduría del universo conocido y desconocido, ignoto, misterioso). Una dualidad conceptual que se levanta en estructura novelesca: la abadía con su biblioteca son una alegoría de la teología erigida sobre los pilares del pensamiento del griego Aristoteles (cuya filosofía había sido adaptada al dogma cristiano por Santo Tomás de Aquino, pero esta es otra historia). Este tipo de recurso literario ya había sido mencionado por un norteamericano genial: Edgar Allan Poe, en LA CAIDA DE LA CASA DE USHER, cuento en el cual la conservación de la estructura física de la vivienda es concomitante a la duración existencial de una familia y la ruina del hogar arrastra consigo la desaparición física de los Usher, al igual que la apocalíptica jornada final de la abadía, de EN NOMBRE DE LA ROSA significó el juicio final para el bibliotecario ciego y sus compañeros de la orden monacal. En Borges las ideas fuerza, de que aquí hablamos, aparecen en dos de sus criaturas: en EL JARDIN DE LOS SENDEROS QUE SE BIFURCAN, donde se habla de un escritor asiatico que crea un texto cuya facticidad expositiva lo asimila a un laberinto plagado de personajes en desempeño de un juego de roles (siempre los mismos) que cambian en cada capítulo, que se mutan para cada uno de ellos: quien en el capitulo uno es el héroe y persecutor, en el dos puede ser el villano y perseguido, dentro de una trama invariable. En otro relato, LA BIBLIOTECA DE BABEL, el invidente del Plata describe la estructura arquitectónica en la que después sostendrán su lid Guillermo de Baskerville y Jorge de Burgos (simbolizando la lucha entre "razón" que alimenta la indagatoria policial versus "fe" que cree resguardardar el dogma cristiano ortodoxo tras un obsesivo miedo a la risa); veamos lo que el argentino escribe: "el universo (que otros llaman biblioteca) se compone de un numero indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexagono , se ven los pisos inferiores y superiores interminablemente. La distribución de las galerías es invariable..." , etcétera (1). Eco toma las ideas, junto con la figura del padre putativo de ellas, y los incluye a los tres en su imaginativo universo literario: biblioteca de Babel y novela- laberinto se funden en la biblioteca de la abadía, donde el propio escritor invidente es colocado como guardián de aquella alegoría de la mente de Dios, a la cual purificará por el fuego cuando creyó amenazado el dogma de la fe por el demonio de la razón que portaba su adversario. También la cualidad de omnivision, de ver toda la estructura desde cualquier punto de ella, tiene un aura de similitud con la arquitectura descrita en EL PANOPTICO de Jeremías Bentham, estructura carcelaria ideada en el siglo XIX en la cual un solo vigilante, colocado en una torre central, tiene el poder de vigilar toda la estructura porque desde su lugar visualiza todas las celdas, distribuidas en edificios colocados alrededor de su locus. No se queda allí la presencia de Borges, sino que aun más se extiende a la arquitectura de los espejos colocados en lugares estratégicos de la biblioteca, haciendo que la imagen prolongue falsamente los pasillos, dando la apariencia especular de la infinidad del espacio; igualmente el reflejo del invidente aparece fantasmagoricamente a los videntes (observen la paradoja) en los espejo multiples, que multiplican el espectro y ocultan la realidad. Imposible no recordar aquí la frase del  argentino ciego, que calificaba de ominosos a los espejos porque al igual que la copula multiplican la especie humana, tal como sucede con Jorge de Burgos errante en el laberinto de espejos, de la biblioteca, apareciendo en todos los reflejos y no estando en ninguna parte. Aristoteles, Santo Tomás, Poe, Bentham, Borges, laberintos, espejos, bibliotecas, la mente de Dios: toda una pléyade de vectores que, desde la imaginación de un tardio escritor, renacentista en pleno siglo XX, integran el diseño de una impostura literaria con look  de black roman,  pero con toque de locura.


Umberto Eco se define a si mismo, en el texto de APOSTILLAS A EN NOMBRE DE LA ROSA, como medievalista, es decir: especialista en filosofía y literatura medieval. Desde su perspectiva cada personaje de la ficción de que aquí hablamos está construido sobre el modelo de arquetipos: Guillermo de Baskerville simboliza a Guillermo de Ockam, monje medieval cuya figura descolló en el quehacer filosofico por la afirmación de la racionalidad como un método válido dentro de la exégesis cristiana: exponía que a través de la razón también se demuestra la existencia de Dios. Esto en un ambiente en el que se tendía a afirmar la fe por sobre toda demostración racional: a pesar de la razón, Dios existe, podría haber concluido cualquier inquisidor del tipo Torquemada, simbolizados en el universo que diseñó Umberto Eco por Jorge de Burgos y Bernardo Gui. Pero la tensión entre fe y razón - cuando se levantan barreras tan altas como las llamas de las hogueras de la Santa Inquisición - termina incinerando la racionalidad en las sinrazones del crédulo dogmatismo, y la indagatoria de la delictual se convierte en afirmación del prejuicio: en vez de elementos probatorios se buscan gallinas negras, hígados sangrantes de bovinos, y a partir de estos hallazgos se procede a la culpabilidad por hechicería con purificación en el fuego de los sospechosos como de los disidentes; de manera tal que por metodos equivocos se cree eliminar las disidencias. De esto hay también hay demostración en la novela medieval de que hablamos; derivada del prejuicio la actuación del inquisidor (Bernardo Gui) entorpece la racional pesquisa policial de Baskerville, como la de un detective moderno se vería obstaculizada por la de un hechicero que señalase una errada suposición conducente a pistas falsas y caminos sin soluciones. La razón de Baskerville- Ockam sucumbe al empuje del prejuicio de Jorge de Burgos- Bernardo Gui- Torquemada y los monjes sospechosos de haber militado en sectas herejes son ajusticiados en el infierno que quema los cuerpos, el auto sacramental. Este tema, junto con el de la disputa sobre la vuelta a los postulados cristianos de la pobreza evangélica, conforman la parte filosófica que el autor expuso en la obra (las cien o mas páginas que el editor le sugirió expurgar y a lo cual se negó). Un chaval le comentó a nuestro autor italiano que no había entendido nada de estas disputas teológicas, y las tomó como otra faceta del laberinto de la biblioteca: laberinto de disputas filosóficas medievales que se extiende, en un juego de pasillos y espejos, desde el gótico hasta nuestra época (quizás en el futuro hasta epocas infinitas). Cien paginas que agiornan oposiciones ocurridas hace siete centurias (la trama de la novela se sitúa en el siglo XIV) y que despiertan, aún en lectores nada informados de las disputas medievales, tensiones y afectos, rencores y ternuras allende nuestro siglo tan diverso de aquel.


Eco trata el asunto del juego de espejos en algunos apartes de una obra suya titulada DE LOS ESPEJOS Y OTROS ENSAYOS. no podemos dejar de notar la paradoja del invidente que deja ver su espectro, a los videntes, en ese juego de espejos que multiplican las imágenes y las sitúan donde no se hallan, convirtiendo la cualidad de la visión en inane visualización de fugacidades espectrales que se multiplican hasta el infinito, en los infinitos pasillos del laberinto interminable. El texto no deja de evocar al ALICIA A TRAVÉS DEL ESPEJO  de Lewis Carrol, en el cual ella ingresa, atravesando el cristal, en un mundo de fantasía donde los gatos hablan y los conejos corren para no llegar tarde a la cita. Entre las fantasías de Carrol y los espectros del invidente que se deja ver -y reduce la videncia del otro a incertidumbre- solo existe la analogia del espejo como apertura al quiebre de la logica, que en Alicia es fantasía desbordada y en Jorge de Burgos es obsesión enfermiza. Mas allá de esta obsesión (que lleva al tonsurado a incinerar toda la biblioteca para impedir que un libro único salga de ella: la hipotética copia de la segunda parte de LA POETICA, de Aristóteles) entrevemos en la lucha del bibliotecario contra el inteligente tutor de Adso de Melk, un fondo mítico que se asoma en las aristas de la arquitectura, de la trama, de las disputas, de las biblioclastias, y que no es otro que la evocación del mito del minotauro: cuando Baskerville entra al monasterio podemos avistar, en lontananza, al mítico Teseo ingresando al palacio cretense del rey Minos. Cuando Baskerville se cuela en el laberinto- biblioteca evocamos al semidiós hijo de Poseidón ingresando al homónimo de los sótanos del palacio cretense. El maestro de Adso va por el asesino de monjes y por el libro de Aristoteles (quizás el último le interesaba más que el primero); el semidiós va por un monstruo que asesina doncellas atenienses: el terrible Minotauro. El rival de Jorge de Burgos lleva con el un arma para guiarse en los pasillos desconocidos y sinuosos: la razón cimentada en la experiencia y la observación; Teseo ha obtenido un artilugio similar para ubicarse en el laberinto: el hilo de Ariadna. El oscuro monje de la biblioteca y el inenarrable monstruo del laberinto sucumben a las asechanzas: la razón y su homónimo hilo de Ariadna (como las espadas de hierro de los conquistadores españoles en América) se revelan fabulosos artilugios, mas letales que las armas convencionales. Y el mito se reconfigura en la creación literaria, una vez más, en su cíclica presencia que excluye las ausencias porque siempre ES y ESTÁ, como el aire y el alimento. Así, laberintos, bibliotecas, libros apreciados (incunables), monjes obsesivos y tonsurados filósofos, razón y fe, poder y pobreza evangélica, black roman y disputas teologicas, pasillos infinitos y juegos de espejos, invidentes que se se pasean en figuras espectrales y videntes que no tienen certeza de su visión, biblioclastias y hogueras inquisitoriales, apocalipsis y armagedon, todos son vectores de una ficción que, facturada por un tardio escritor renacentista del siglo XX, sigue navegando en las aguas eternas del mito, desde la experticia de las cartas de marear , los mapas de navegación y posiblemente el astrolabio encontrados en un viejo arcón de bodega de puerto, junto con los diarios de navegación de un viejo e invidente marinero, tan invidente como Caronte. 



(1) Jorge Luís Borges, OBRAS COMPLETAS, 1923- 1972, Emece editores, Buenos Aires, 1974, pag. 465.


4 de Julio de 2024.

Magoc.

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