DE ESCRITORES HOMICIDAS.

Los primeros escritores occidentales paradojicamente surgieron en Sumeria y Egipto, promediando el año 4.100 a.c. e inicialmente la capacidad creativa no estaba asociada a su profesión, sino que eran en esencia registradores de operaciones comerciales o copistas dentro del universo político -legal o religioso. Es por lo anterior que no aparecían, en los primeros tiempos, sus nombres propios vinculados con la obra, sino que se les conocía oficialmente como Escribas, palabra que podemos traducir como la antigua manera de designación de quienes se ocupaban de copiar y reproducir textos, facturados o dictados originariamente por comerciantes, sacerdotes o gobernantes. El termino estaba solidamente uncido a la nobleza de sangre (surgieron entre las clases nobles, capaces de apreciar la educación y los beneficios del trabajo intelectual). El proceso de asociación de un nombre propio a un texto, como de su autoría, fué un proceso de milenios: así en Mesopotamia, es hasta el siglo XXIII a.c., cuando el nombre de la copista Enheduanna (2.285 a 2.250 a.c.), hija del rey Sargon el grande, aparece firmando un texto al pie de página. Entre los siglos X a XIII a.c. vivió, en la mítica ciudad de Ur, Sin Leqi Unninni, el copista que recopiló y difundió la versión (en tablillas escritas en cuneiforme) del Poema del Gllgamesh que ha llegado hasta nosotros.   Igualmente en Egipto es hasta el siglo XXIV a.c. que aparecen asociados los nombres de algunos escribas destacados a sus papiros (Ptahhotep y Pentaur, por ejemplo, que además fueron grandes viisires de los faraones que gobernaban entonces).  En resumen, en aquel momento el oficio de escritor era considerado como algo honroso, que daba prestigio, y de ninguna manera asociado a actividades delictivas o al homicidio; aunque Tot, el Dios egipcio de la escritura y patrón de los escribas, paradojicamente era también la deidad encargada de registrar el ingreso y tránsito de las almas en el Inframundo, pero esto es quizás una casualidad histórica. El hecho es que ser escritor daba un halo de importancia, y hasta de santidad, a éstos personajes. Pero desde aquel momento, hasta la actualidad, han pasado varios miles de años, han también cambiado los criterios y hoy la amoralidad es moneda entre algunos autores que abrebaron  en las fuentes del crimen, en el que ellos fueron actores y cuya experiencia alimenta sus creaciones. De estos últimos casos trata este breve ensayo.

Sin duda que algo perverso se acunaba en la mente de aquel estudiante de postgrado en literatura comparada, que tenía ya una maestría en literatura inglesa: ¿sería que Tamora, la sarracena de Tito Andronico, se había posesionado del pensamiento del culto japonés y exigía su cuota de venganza contra los europeos blancos? ¿Acaso era el propio Tito Andronico que despertaba los anhelos antropofagos en el doctorando? El caso es que mientras la hermosa Renee Hartevelt (una neozelandesa "alta, linda, de piel blanca y pura", como la describió el propio Issei Sagswa) leía en alemán los poemas de algún autor romántico, el asiático grababa el recital y preparaba una escopeta, con la que disparó a la nuca de la muchacha de 25 años, para después de matarla, los días sucesivos tener sexo, y además devorar partes del cuerpo de ella, en una escena necrofilica que ni el propio Shakespeare podía haber mejorado. Sagawa contó con la tranquilidad de que disfrutaba en su apartamento, a donde la confiada Renee acudió persuadida quizás de que aquel ser de apariencia frágil y que además tenía la medida de sensibilidad que le permitía escuchar la declamación poética en una lengua que desconocía, por el sólo deguste de la musicalidad que se escapaba de la versificación, ese ser no podía representar una amenaza para ella; y por el contrario parecía considerarlo su amigo, pues ya una vez anterior había estado allí. Se equivocó pero nunca lo supo. Hasta aquel 11 de junio de 1981, el frágil Issei Sagswa había escrito textos de mucha consideración academica (tesis de licenciatura en letras y de maestria en literatura inglesa), nada que despertara el interés morbido del gran público, pero aquella incursión en los predios del horror le dió, al literato, un acervo de experiencias que fue vertiendo en encuestas policiales, entrevistas para los medios de comunicación, revelaciones para escritores amarillistas, y publicaciones gráficas.  Issei y Renee eran condiscípulos en estudios de postgrado, en la Sorbona. El caso llamo la atención de los medios, entre otras cosas por la tranquilidad con que el japonés admitió su culpabilidad y por la tétrica frialdad con que relató como ocurrieron los hechos: en el estrado confesó al magistrado que hace tiempo deseaba devorar a Renee. El Canibal de Kobe,  como lo bautizaron los medios, fué declarado loco, deportado a Japón luego de un tiempo y finalmente liberado. Fruto de las revelaciones del Canibal, al guionista de cine Juro Kara, es la novela La carta de Sagawa que relata el hecho añadiendo algunas escenas producto de la imaginación del autor. El mismo Issei vió publicado contra su voluntad un texto  incompleto de su autoría,  sobre el caso del que fue el macabro protagonista, titulado En la niebla; también facturó una historia ilustrada (del género llamado manga por los nipones) con dibujos suyos y escrito también con el tema de su historia con Renee y los sucesos de París. El Canibal de Kobe, finalmente, murió de neumonía en Japón, en 2022, a los 73 años. 
Ser escritor en nuestro mundo moderno es quizás una de las ocupaciones más inciertas que puede desempeñar una persona. El albur es compañero inseparable de este círculo personas. Ensamblar en un texto ideas, expresiones, puntos de vista, que tengan cierta coherencia, es asunto que exige mucha capacidad de trabajo y algúna dosis de otras cualidades, tales como amplitud de memoria, capacidad de imaginación, basto arsenal de conocimientos, aptitud para proyectar en el texto un argumento legible y creíble, etcétera; pero que no asegura un éxito inmediato Los hay que apelan a esa  necesidad de sucesos mórbidos, que aflora en los públicos más heterogéneos, y producen obras que satisfacen esta clase de apetito literario. Edgard Allan Poe se burla, en una serie de cuentos, de esa tendencia antiestética: de esos textos que se convierten en crónicas de hechos sensoriales, que apelan al relato sensual para impactar en la razón emotiva de los lectores más que en su logos: su ser reflexivo. Más a pesar de Poe, esos relatos (y sus relatores) perviven y tienen impacto espectacular e inmediato: tal el relato de Sagawa y su historia gráfica; mucha sangre y poca imaginación, pero éxito inmediato Más está postura no descalifica ni la obra ni el autor, simplemente los arroja del continente poético al universo pragmatico, donde aterrizan en los caprichosos y efímeros brazos de la fama, que por algún tiempo les permite comer de las letras. 

A caballo entre los siglos V y VI d.c. Casiodoro fundó el monasterio de Vivarium, en el sur de Italia. Se supone que allí estuvo ubicado, en un rincón de la Biblioteca, el primer scriptorium (de dónde procede el  vocablo castellano escritorio) de que se tenga referencia; esto es: un lugar dedicado específicamente para el copiado de manuscritos, en una época en que aún no se había inventado la imprenta. En este lugar de labor, los monjes copistas (herederos del antiquisimo oficio de los escribas) contaban con una mesa, un banco para sentarse, un atril para colocar el manuscrito a copiar, una pluma para escribir (penna), un raspador para enmendar yerros (rasorium), un tintero hecho de cuerno de ganado vacuno y tinta para escribir (atramentum). En aquella época el copiado se hacía en papiro (papel hecho de cáñamo), pergamino o vitela (estos últimos son hojas realizadas con piel de vaca o ternera). Precisamente un caso de un versificador que despellejó partes del cuerpo, de una de sus musas y no precisamente para escribir en la piel, sucedió en el México de los años 80's del siglo pasado; hablamos un personaje que había incursionado en la poesía, la novela y el teatro, pero que en su vida personal estaba viviendo en conflicto consigo mismo, proyectando una imagen de hombre seductor, que lo llevó a frecuentar la compañía de las mujeres, pero las tendencias homosexuales que le lastraban lo obligaban a lidiar con una situación permanente de angustia por no poder solucionar satisfactoriamente su disforia de sexo, imposibilitandole cumplir las expectativas sociales y familiares de una vida heterosexual que aparentaba para parecer "normal". Hablamos de José Luis Calva Zepeda, el llamado poeta caníbal, quien, en octubre del año 2007, acaparó la atención de una prensa siempre ávida de sensacionalismo: la noticia refería, en resumen, que la policía del Distrito Federal había allanado la vivienda del dramaturgo y poeta, hallando trozos de su última inspiración terrenal esparcidos por toda la casa: el torso en un ropero, los miembros en la nevera y partes blandas de las manos y un brazo (previamente despellejadas) en la cocina, asandose en un caldero. Un panorama similar, por cierto, al que hallaron al registrar la casa de Jeffrey Dahmer, el caníbal de Milwaukee, incluído el aroma a cuerpo humano en descomposición. La musa que el literato mexicano  había escogido para su horrenda "inspiración" se llamó, en vida, Alejandra Galeana Garavito, una hermosa representante del sexo femenino que se había enamorado del personaje, que le escribía versos y los recitaba al pie de su ventana, cual emulo del Romeo shakesperiano. Muy tarde descubrió, la bella fémina, la intención diabólica que se guardaba en el pecho el falso admirador, pues como la Renee de Sagawa había sido hipnotizada por las mañas de la seductora tarantula y se dejó atrapar en la telaraña de la que nunca más pudo liberarse con vida (ven a mi casa, le dijo la araña a la mosca). Después de hacer prisionero al poeta, los polis detuvieron a Juan Carlos Monroy Pérez, quien resultó ser el faltante en el trío pasional que envolvía al escritor de marras y pareja sentimental de este, cuando su tendencia lo obligaba a ser sincero consigo mismo. Monroy aportó información que posibilitó conocer mejor la historia personal de Calva Zepeda: resultó que Alejandra no había sido la única víctima, sino que hubieron otras tres mujeres (una prostituta sin identificar entre ellas) que sufrieron el mismo tipo de feminicidio, pero de cuyas historias no nos ocuparemos, pues es el recorrido como creador lo que al final nos interesa y no los detalles morb del relato. Calva Zepeda rubricó las siguientes obras antes de su lanzamiento al morbido estrellato: Instintos caníbales, Prostituyendo mi alma, Réquiem por un alma perdida, Krish: el aprendiz de mago, Antigua, Caminando ando, La noche anterior, a los que se agregan unos ochocientos (sic) poemas. En su celda, dónde se le halló ahorcado con un cinturón, se encontró el manuscrito de una obra postrera que tituló: Caníbal, el poeta seductor. El malogrado escritor tenía, en su pasado, elementos que lo constituían víctima de abuso infantil y maltrato psicológico; estas variables dentro de la ecuación freudiana de pulsiones y desplazamiento del objeto del deseo sexual, podrían arrojar un intento de explicación de su comportamiento criminal. Más, inspirándonos en Edgard Allan Poe, nos es mucho más cara la tesis de que el personaje estaba transido del síndrome del felino maligno, esto es la manía del personaje principal del cuento homonimo (El gato negro) que siente por los ejemplares gatunos un amor desmedido, inicialmente; sentimiento que se muta luego en un odio homicida y que lo arrastró inexorablemente a matar a su esposa (defensora del felino en la hora postrera), cuyo cadáver mutiló y luego emparedó.

Para 1450, cuando el invento de Gutemberg produce las primeras Biblias impresas, los más de cinco mil años de edad, de la profesión de los escribas y copistas, vivía su hora aciaga: un cataclismo se cernía sobre aquella minoría culta que había constituido la fuerza de trabajo encargada de la conservación y difusión de la literatura. Entonces se van conformando las circunstancias para que eclosione el escritor autor, que surge en el renacimiento y afirma su personalidad y su diferencia, que estampa su firma al pie de la obra, liberado de la tendencia gregaria de los copistas, cuyo trabajo se disolvía en el número de copias sin identificar al facturador de cada facsimil en particular. No obstante la profesión sigue viviendo en los funcionarios de los registros públicos, dónde se atrincheró el gremio que una vez ostentó el cetro de conservadores de la cultura impresa. La imprenta posibilitó el abaratamiento de los costos de los libros, como su producción masiva; también inicio la tala indiscriminada de bosques, con fines industriales, dadas las exigencias cada vez más crecientes de papel por parte de la industria del libro. La imprenta igualmente hizo factible el nacimiento y sostén de esa literatura del momento actual que es el periodismo impreso. Precisamente de un caso que involucra a un jornalista hablaremos a continuación: el hecho comienza cuando el cuerpo de Dariuz Janiszewski apareció flotando en el río Oder, cerca de Worclaw, una ciudad polaca próxima a la frontera con Alemania. El informe de la policía detallaba que Dariuz había sido atado y torturado por algún tiempo, el suficiente para que muriese de debilidad e inanición. Específicamente el tipo complejo de atadura fue un detalle a destacar, que en un sólo cordel inmovilizó las manos y se ataba al cuello, apretando cada vez que el occiso movía el cuerpo. Esto no fue revelado a los medios de comunicación. El crimen ocurrió en diciembre del año 2000 y la indagatoria reveló que hasta ese momento el fallecido había sido el dueño de una agencia de publicidad. Por desgracia las aguas del Oder habian arrastrado el cuerpo y eliminado cualquier evidencia que pudiese conducir a resolver el caso; por otra parte, estaba en avanzado estado de putrefacción. Para el año 2003 el caso estaba estancado, sin pistas que pudiesen ofrecer alternativas a los investigadores; en cambio, extraños correos electrónicos procedentes de lugares tan distantes como Corea del Sur e Indonesia, de remitentes desconocidos, preguntaban por los avances en la indagatoria y afirmaban, a continuación, que aquel había sido un crimen perfecto. En 2003 un periodista de Varsovia, llamado Krystian Bala, publicó un black roman titulado Amok, en el que relataba el asesinato de una mujer por parte de su amante: un intelectual, que oculta el hecho de manera tan perfecta que nunca le descubren. Una llamada anónima alertó a los investigadores sobre los pormenores de la muerte de la fémina, descritos por Bala, que sorprendentemente resultaban tener muchas coincidencias con los del caso Darius Janiszewski. A partir del momento el periodista y escritor se convierte en persona de interés para la indagatoria. Finalmente las inquisitorias revelaron que Bala estuvo en Corea e Indonesia cuando se enviaron los extraños correos; que el mismo había hablado telefónicamente con Dariuz confrontandole por sostener una relación extramarital con su esposa. Con estas pruebas Bala fue hecho prisionero, juzgado y condenado por la muerte de Janiszewski. El escritor nunca aceptó su culpabilidad y siempre sostuvo que había tomado detalles de las noticias para adaptarlas a su ficción, sólo que al parecer también adaptó los hechos que jamás fueron revelados a la prensa y que sólo los investigadores, y el criminal por supuesto, conocían.

Hemos hablado de tres casos que involucran a escritores, los cuales utilizaron experiencias criminales como inspiración para facturar obras literarias. De entrada se puede diagnosticar una imaginación de corto aliento en cada uno de ellos; falta que suplieron apelando a la experiencia directa en busca de los pormenores, como lo hizo por ejemplo Leonardo DaVinci para realizar sus dibujos de anatomía, solo que Sagawa y Calva Zepeda tenían anhelos de degustar y no de conocer. El japonés era un narcisista con tendencias sociopatas; el mexicano un sicópata con un conflicto de identidad sexual no resuelto, y el polaco un narcisista con delirios de grandeza.  ¿Hubiese servido de algo haberles diagnosticado? ¿Está condicion invalida su capacidad creadora o impone alguna tacha a su obra? No lo creemos. Su creación estará ahí para quien quiera disfrutarla. Aunque no recomendamos en absoluto los métodos de inspiración.

04 de enero de 2024.
Magoc.

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