LA NAVIDAD Y OTROS CUENTOS (2).

Que la luz se convierta en un líquido y que al romper una bombilla ese líquido se derrame e inunde el apartamento. Que un par de párvulos naveguen una lancha sobre ese flujo, dentro de la vivienda, es ficción que sólo podía germinar en la mente creativa del escritor Gabriel García Márquez. El cuento se llama La luz es como el agua; es parte de un texto titulado Doce Cuentos peregrinos y está ambientado en la época de navidad. Cuenta la historia de Toto y Joel, un par de niños de la costa colombiana que viven, con sus padres, en un edificio de Madrid. Se hacen de una lancha y con ella navegan un río de luz. En la escena final invitan a todos sus compañeros de colegio a una piscinada en su apartamento, dónde navegan en un lago de fotones. El fluido se desborda fuera del edificio, varios niños se ahogan en el desborde lumínico y se desata el escándalo, con intervención de policías y bomberos. No podía esperarse menos del creador de Macondo, ese territorio donde las reglas de la lógica formal se trastocan y se disuelven en una realidad mágica, que no sigue los patrones "normales": donde la abuela Amaranta vive una eternidad que es casi la inmortalidad; donde Mauricio Babilonia se mueve en un universo poblado de mariposas amarillas (Cien años de soledad) y dónde además la luz se concreta en un líquido navegable. En la creatividad, del oriundo de Aracataca, la magia de la Navidad se explaya a sus anchas en la magia del universo inundandolo todo, como la luz acuosa del cuento y del río de Heráclito, aquel en el que nadie puede bañarse dos veces en las mismas aguas, se funde con la luz de Einstein, que viaja en el universo extraterrestre describiendo líneas curvas, y de esa fusión nació la lógica del Realismo Mágico, que se burla del principio de no contradicción y del tercero excluido y de todos esos trastos dogmáticos medievales que norman la vieja lógica de Aristóteles; fusión del agua y de la luz curva que retrata los seres como si fuesen habitantes de los cuadros de Salvador Dalí o Pablo Picaso, o como el viejo ángel de Un señor muy viejo con unas alas enormes, ese otro cuento de García Márquez que desacraliza la santidad de los ángeles. En fin, leer una historia del Gabo es incursionar en los predios de un universo alterno, allí donde la magia de la Navidad es la lógica del día a día, de todos los días del año. De manera diversa otra es la realidad que nos relata Buddy, un niño a quien sacaron en algúna época de invierno de su mundo mágico, en el que vivía junto a su prima sesentona (miss Sook Faulk) y su perrita Queenie, para embutirlo en el mundo prosaico de su padre que transido de un complejo de culpa, por no haber pasado jamás una Navidad con su vástago, lo aparta de su paraíso para cumplír su deseo de resarcir en una única jornada lo que su desamor y su alejamiento han hecho a los años de niñez del muchacho. Buddy nos relata esta experiencia de displacer, en la historia Una Navidad, de los Cuentos completos del escritor estadounidense Truman Capote. El muchacho, quien en otra historia de la cual esta es complemento (hablamos de Un recuerdo de Navidad del mismo autor) incursiona en el relato de una jornada de final de año, en su apreciada Alabama, asombrando al lector con la capacidad supernatural que tiene una festividad elaborada a base de cosas sencillas y del esfuerzo de manufacturar por si mismo, sin acudir al expediente de la cultura del consumo, de comprarlo todo. Ese bagaje lúdico y esa posibilidad de asombro se pierden en este último fin de año que pasó junto a ese ser extraño que era su padre, y para el cual tuvo que viajar mucho, saliendo de su Alabama de Nunca Jamás hacia esa especie de barco del capitán Garfio que era, para el niño, la New Jersey donde habitaba su progenitor. Estos dos relatos del escritor yanqui nos dan, entonces, dos panoramas: el de la Navidad mágica de cosas sencillas versus el de la festividad sin magia del consumo y la apariencia social.

Bola de sebo se titula el más conocido de los relatos del prolifico escritor galo Guy de Maupassant. En esta narración, el francés hace evidente la dosis de hipocresía que se esconde trás la etiqueta de lo socialmente aceptado. Maupassant, con humor cínico, se burla de la aparente inocencia del común, que se sostiene en el fondo de prejuicios y conductas inclinadas al provecho individual por sobre el bien comunitario. Ese mismo tratamiento burlesco, de los comportamientos sociales prejuiciosos, se evidencia en la historia titulada Cuento de Navidad en el cual somete a escarnio un prejuicio rural, dejando a la opinión del lector el hacer o no juicios de valor sobre el contenido, pero sin suspender la implícita mirada critica y la sonrisa maliciosa del autor: en el texto el doctor Bonenfantes nos cuenta de una experiencia, en la localidad rural, en que en algúna época laboró. Se trata del hallazgo de un huevo entre la nieve, por parte de un labrador. El sujeto entrega el artículo a su mujer, para que lo coma. En la mujer nace un sentimiento de sospecha hacia el regalo de su consorte, pues piensa que puede estar embrujado (previamente en el pueblo han circulado rumores de voces inexplicables que circundan el ambiente, y que llegaron con el invierno). No obstante la fémina deglute el alimento y luego se apodera, de ella, un algo inexplicable que se manifieste en convulsiones y gritos: está poseída, es el diagnóstico del común. El sacerdote  administra el tratamiento para esas dolencias sometiendo la mujer a la sentencia de acudir a la misa de gallos, luego de lo cual la endiablada se cura de su padecimiento. Sin duda que Michael Foucault (autor de Historia de la locura en la época clásica) vería aquí una ironía, pues quién relata es el representante de la ciencia en la comunidad y califica, de entrada, el hecho como un milagro (la ciencia dura no cree en milagros sino que busca causas probables) donde posiblemente pueda haber un caso de personalidad influenciada por el propio peso del prejuicio, es decir: un problema mental; aunque también pudiese ser una manifestación de lo extrasensorial, sólo que los elementos bajo los que sentencia Bonenfantes son insuficientes. Más pertinente se nos antoja la opinión de Tom Canty, el personaje de Mark Twain en Príncipe y Mendigo, a quien en su papel de Rey Eduardo le tocó juzgar acerca de tres condenados a muerte (una mujer, su hija de nueve años y un hombre) en la primera navidad de su reinado. Tom examina los casos y las pruebas para descubrir que son hechos endebles, más apoyados en el prejuicio de los denunciantes que en realidades acaecidas (especialmente el caso de la mujer y la niña: condenadas a la hoguera por supuestamente vender sus almas a Satanás); después de la inquisitoria el mendigo, devenido rey por un accidente de la fortuna, revoca las sentencias y absuelve a los tres condenados, asegurando el beneplácito del pueblo llano. Aunque la obra de Twain no tiene como tema exclusivo el de la Navidad, no deja de ser llamativo que el autor ubique este hecho de tolerancia, justicia y humanismo en la épocs en que por tradición se ven de relieve esos valores; mientras que un joven aún imberbe procedente de la clase más baja demuestra tener una capacidad para la sensibilidad social que jamás tuvo, por ejemplo, el rey fallecido (el día anterior del juicio) Enrique VIII representante de la alta nobleza (que entre otros hechos se casó varías veces y tenía por costumbre divorciarse previa condena, de la exreina, a la decapitación).

El río de Heráclito, que se muta en fluido de luz en la ficción de García Márquez, sortea meandros y ensenada en su incesante fluir, evidenciando el aserto del filósofo de Efeso: lo único que permanece es el cambio. También la Navidad está sometida a esta ley inexorable: Emilia Pardo Bazan, escritora española, en Cuentos de Navidad y año nuevo imaginó uns historia decembrina que ajustó al modelo de la divina comedia: el día 24 de diciembre el alma de un poeta suicida la guia en una incursión que inició por el Inframundo, para transitar luego por el purgatorio y el paraíso. En el primer lugar que visita, que describe como una caverna oscura, pudo ver a las almas condenadas a suplicios eternos clasificados de acuerdo al pecado cometido en vida. Aquel día están en suspenso todos los castigos pues, explica el poeta que la guía, en Navidad la luz de la estrella de Belén llega hasta los rincones más oscuros del infierno, obligando a Satanás y sus huestes a detener su labor de tortura y laceraciones a los cuerpos de los condenados hasta la medianoche. Un solitario quejido se escucha a lo lejos: el de un homicida que mató en el día de Navidad y que por esta blasfemia perdió el beneficio del suspenso de la pena, siendo el único que aquel día sufre tortura. Hablamos de Heráclito y de la mutación: hoy Belén, tan nombrado y celebrado en todo occidente, es un asentamiento reducido a ruinas por la inexorable acción del señor de las tinieblas. Y aquella suspensión de la tortura y otros suplicios corporales, que la Bazan coloca en vigencia aún en el averno, se deroga y la violencia se desata con furia inenarrable entre los vivos, en esta época decembrina,  condenandolos a sufrir el infierno en la tierra; mientras los niños que habitan el territorio, en que un día remoto caminó Jesús de Nazareth, hoy sufren suplicios equivalentes a la crucifixión antes de la edad en que la padeció su eximio antecesor, transformando la historia en un cuento de terror. Entre tanto, los administradores de la caverna, siguen repitiendo hasta el cansancio, entre la melodía de villancicos y noche de paz noche de amor, una  historia falsa de happy end y fake news que hace tintinear las cajas registradoras de sus comercios particulares.

29 de diciembre de 2023.
Magoc.

Comentarios

Entradas populares