DE TEXTOS PETREOS.

Un equipo de investigación, compuesto por historiadores, arqueólogos, paleontologos y otros profesionales similares, han descubierto en Gunung Padang (nombre que se puede traducir como montaña de iluminación), en Indonesia, una pirámide cuya construcción ha sido datada entre el año 6000 a.c. y el 5500 a c. Esta circunstancia convierte a este edificio (que aún no ha sido totalmente puesta a descubierto de la selva que la recubre) en el ejemplar arquitectonico de este tipo más antiguo de la historia. En esta escala de antigüedad, la construcción de Gunung Padang,  estaría superando por varios milenios a la pirámide escalonada que sirve de monumento funerario al faraón Zoser, cuya construcción se atribuye a Imhotep, primer arquitecto egipcio reconocido, quien la habría hecho levantar hacía el 2600 a.c. En el mismo orden de ideas, las pirámides de Gizah, panteones funerarios de los faraones Keops, Sknefru y Micerinos, datan alrededor del 2500 a.c. Esta recensión de antiguas construcciones tiene, para nosotros, un interés bibliográfico más que arquitectonico, y es que las pirámides egipcias, además de servir como cementerio particular (para ciertos gobernantes), eran también depósito de historias y de textos sagrados labrados en la piedra, o pintados en sus muros. En otros términos: estos son los primeros ejemplares conocidos de libros escritos (grabados) en material petreo. Recientemente un grupo de investigación halló, en el sitio de Elkab, jeroglíficos que datan del año 5200 a.c. sin que halla más precisiones sobre el suceso. No obstante habrá que esperar a las excavaciones de la pirámide de Gunung Padang para saber si  encuentran, en la misma, posibles textos labrados o pintados en los muros.

La resistencia del mineral a la evanescencia - que determina todas las acciones cuya impresión de disuelve una vez que ocurren, y de las que sólo permanece el recuerdo - es quizás la principal característica que quisieron aprovechar los escribas al esculpir o pintar sus textos en las superficies petreas: lcualidad de perdurar en el tiempo sin que los cambios, las nuevas y sucesivas acciones, incluso la muerte, puedan borrar la impresión recibida (el horror de la carnicería en la batalla, el exultante sentimiento del triunfo en la guerra; la epifanía de la percepción místico religiosa). Los hechos en que se desarrolla la actividad vital, de todos los seres humanos, tienen la esencia que Heráclito de Efeso registró en la metáfora del fluir incesante del río: nadie se baña dos veces en las mismas aguas; la segunda vez que se ingresa al afluente ya la masa líquida, de la vez primera, ha sido desplazada y reemplazada por una nueva. Detener esa inevitable tendencia, a la evanescencia de las acciones, es necesario fundamentalmente para el poder político que pretenda preservar su hegemonía; como para el poder religioso que necesita hacer lo propio con el predominio social de sus dogmas y creencias. Ambos poderes se ven en la necesidad de derrotar esa tendencia a la fugacidad del hecho y al olvido de las acciones, que ella conlleva, en el objetivo de construir una memoria que le dé consistencia a su razón de ser: erigir una historia que de sentido a su recorrido vivencial. Razón por la cual los textos en piedra nos hablan de los faraones y de sus batallas, de sus victorias; como relatan las visicitudes de las deidades, de sus cualidades y funciones dentro del panteón de seres mitológicos,  preservando el hecho, o el dogma, para la eternidad. Un ejemplo de esta ecuación, que se cumple en los libros de piedra, es el de Amenophis IV mejor conocido como Akhenaton o hijo de Aton (1377 a 1358 ac.), este fué el faraón que intentó un procedimiento revolucionario (para la época) durante sus años de reinado: decretando la unificación de todos los ritos religiosos en el culto de Aton Ra, el Dios Sol y sustituyendo el ancestral culto de Amon, estableció el monoteísmo en la religión oficial, que hasta el momento había sido politeista. La cuestión es que la medida desató una inmensa repulsa, especialmente de la casta sacerdotal que se beneficiaba de los ritos en que, hasta el momento, el pueblo celebraba o solicitaba el favor de las numerosas deidades del panteón norafricano. Está conmocion acompaño todo el periodo de gobierno del faraón, que incluso cambió la capital del país de Tebas a Amarna: ciudad especialmente levantada para rendir culto al Dios del Sol. A la muerte de Amenophis la revuelta prosiguió y se expresó, entre otras acciones, en las destrucciones de los textos jeroglíficos: las estelas de piedra que adornaban los obeliscos y los templos de Amarna, que relataban la historia del reinado del hijo de Aton y el dogma teológico monoteísta que pretendió establecer, fueron arrasados (todos los cartuchos que contenían el nombre del faraón y de su esposa, junto a los que transmitían el nombre del Díos agasajado, fueron borrados de los grabados en piedra) y se restableció el antiguo culto politeista de Amón. Su memoria fue hecha invisible para la posteridad y sólo en épocas próximas, a nuestra era, las investigaciones arqueológicas pudieron rescatar, del olvido histórico su recuerdo, que se halló en textos petreos que escaparon a la destrucción.

Tu eres Petrus (piedra) y sobre tí edificaré mi iglesia. Está afirmación aparece en el Evangelio de San Mateo, y repite en lo esencial la consideración que tenían, los egipcios, respecto a las cualidades temporales del mineral. Jesús de Nazareth parece rememorar, en esta expresión, la opinión de los escribas del antiguo Egipto: el elemento petreo como el soporte más sólido al cual se puede confiar aún una estructura espiritual, porque en realidad de eso se trata cuando habla de edificar una iglesia; pues en otro aparte declaró que dónde se reunieran los creyentes, allí estaba la eclesia. No es fortuito que al escoger el apóstol, sobre el cual descargaría la responsabilidad de la arquitectura espiritual que preservaria su enseñanza, el hijo de José y María eligiese al que tenía el nombre del elemento mineral, Petrus, de manera muy simbólica. Más esta acción del fundador del cristianismo tenía su precedente en la historia semita: en el Libro del Éxodo  y en el Deuteronomio se nos relata que Moisés, el conductor de los hebreos que transitaban por el desierto, subió a la montaña y allí recibió, de manos de mismo Díos, dos tablas de piedra, grabadas por ambos lados, que contenían el decálogo de la ley. La elección del mineral no parece fortuita si recordamos que los semitas huían del país del Nilo, luego de vivir y laborar durante varias generaciones en aquel lar; aún más: Moisés había sido criado en el palacio del faraón y debía conocer muy bien las costumbres de los norafricanos, hasta es posible que supiera leer las estelas jeroglíficas y conociera la labor de los escribas y los talladores a servicio del gobernante. 

Tanto el Popol Vuh, como el Libro de los libros del Chilam Balam, afirman que los ancestros del pueblo Maya llegaron a la península de Yucatán procedentes del otro lado del mar. Este aserto abre muchas interrogantes sobre aquel lugar de procedencia. Lo que nos interesa es el hecho de que éstos pueblos originarios mesoamericanos también construyeron templos de forma piramidal que, en algunos casos, ornaron con grabados en la piedra de las paredes o cámaras internas, posiblemente textos de un lenguaje ya perdido. Quizás uno de los más impresionantes ejemplos, de este modelo arquitectonico, sea la pirámide de Palenque situada en la región de Chiapas, México, dentro de la cual se halló la tumba de Pakal, antiguo gobernante del pueblo Maya, que murió en el siglo VII d.c. El templo está adornado con numerosas inscripciones jeroglíficas y el sarcófago, que contenía el cuerpo del mandatario, estaba cerrado con una losa funeraria de siete toneladas de peso adornada con bajorrelieves alusivos a la biografía de Pakal y a los mitos originarios del pueblo indígena centroamericano. En general todo el conjunto piramidal se ajusta al formato de los libros de piedra de que venimos hablando. También en aquella gran nacion, al sur del río Grande, podemos hallar el complejo urbano de Teotihuacán: construido y habitado por el pueblo Nahua entre los siglos II al VII d.c. en el que se hallan, colocados al rededor de una extensa vía llamada calzada de los muertos, varias pirámides (la del Sol, la de la Luna, la de Quetzacoatl y la de Tlaloc, entre otras) que aunque están levantandas en bases de adobe fueron revestidas de piedra volcánica. También en los muros de estos lugares se encontraron restos de pinturas ya borradas por la acción del tiempo, con lo cual las hojas de estos textos petreos apenas abren sus herméticos secretos a los investigadores.

La intención de dar, a la memoria de los hechos y de los dogmas, la dureza y permanencia de la sustancia mineral está presente, como no, en algunas obras de la literatura de nuestra época: por ejemplo se le puede evidenciar en la actitud del personaje que va plasmando en las paredes de su apartamento, a medida que los va rescatando del olvido, la escritura de los sucesos traumáticos que vivió durante su convalecencia como paciente en una casa de reposo, tal como sucede en La historia del loco, de John Katzenbuch. También cuando la nueva directora del Colegio de Magia en Hogwarts, Dolores Umbridge, hace colocar placas metálicas, con anuncios públicos de las leyes y prohibiciones del Ministerio de Magia, en los muros del centro educativo, a la vista de todos los alumnos, para perpetuar la memoria de los tabúes con contundencia, en Harry Potter y la orden del Fénix de J. K. Rowling. Otro ejemplo es el del gobernante que hace grabar, en las enormes paredes exteriores de los cuarenta pisos del edificio de gobierno, los textos de la Sagrada Biblia y que predica que todo otro libro debe ser desterrado  de la faz del universo, en Solomon K de Thomas Malgrave. En fin, las civilizaciones ancestrales confiaron, a la piedra, la preservación del legado humano; más al tratar de convertir la memoria en mineral emulaban la labor de la Gorgona, que convertía en estatuas a quiénes osaban ver sus ojos, deteniendo el fluir  cambiante de la existencia, preservando imágenes sin vida, retratos mustios de un pasado que no vuelve más. La Gorgona fue decapitada por Perseo y su poder supervivió en los ojos de la cabeza cercenada; la Esfinge, que convertía los libros en pirámides de piedra, fue neutralizada por el papiro, la piel de ternera,  la vitela, que sacaron los relatos del mineral para democratizar su posesión preparando, con siglos de antelación, lo que Marshall Mcluhan denominó la Galaxia Gutemberg. Aún así los libros de piedra no han perdido su magnetismo, mientras aún guardan intacto el halo de misterio que siempre los acompaña.

10 de diciembre de 2023.
Magoc.



 

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