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DE GEMELOS Y ALTER EGOS.

A inicios de la primera decadadel siglo XX, un monje procedente de Jamaica desembarco en el puerto venezolano de La Guaira; allí estuvo algunos días alojado en la casa cural de la antigua catedral y luego se embarcó, en el mismo puerto, para seguir rumbo a Maracaibo, a dónde arriba días después. Eran momentos en que aún estaba reciente el ostracismo de algunas órdenes religiosas y la confiscación de sus bienes ordenada por el caudillo de aquel país Antonio Guzmán Blanco en la segunda mitad del siglo anterior. El ensotanado tomó el ferrocarril del Táchira y realizó el tránsito restante para luego entrar en el territorio colombiano, dirigiéndose a caballo a través de las poblaciones de Santander y Boyacá hasta alcanzar la que había sido capital del antiguo virreinato de la Nueva Granada, y entonces flamante centro del poder de la reciente República de Colombia: la señorial Santafe de Bogotá. Allí se pierde el rastro de Fray Tadeo de Burgos, quien portaba con él uno de los tres manuscritos, rubricados en el antiguo idioma celta, de lo que se conoció paradojicamente como el pseudo Hollinshead. Los otros dos ejemplares sobrevivientes permanecieron en Europa, uno en Irlanda y el otro en Inglaterra, donde aún se les rastrea. La comisión de Fray Tadeo consistía en llevar el manuscrito hasta Jamaica para ponerlo a buen resguardo en una colonia británica, obedeciendo a la orden emanada del Santo Oficio de colocar los textos incunables, copias del mismo libro, en lugares seguros hasta no se sabe que tiempo futuro. Como vimos el fraile cumplió parcialmente la orden, pero siguió a tierra firme con el escrito posiblemente por hallar que había fallecido, antes de su llegada, la persona a que debía entregarlo. Se intuye que el manuscrito contiene las historias verdaderas del libro que para 1577 se publicó con el título de Crónicas de Inglaterra, Irlanda y Escocia y del cual se supone que es una versión mutilada (debido a poderosos intereses políticoreligiosos que envuelven la disputa entre el credo protestante y la iglesia de Roma) del original celta. La cuestión es que el monje Tadeo mostró el incunable a un tal Lord Aimerich Lancaster, erudito estudioso del antiguo idioma, quien tomó algunas notas, que tradujo del original, en un cuaderno que es lo único que ha sobrevivido del enigmático texto. Posteriormente retomaremos el asunto del pseudo Hollinshead a tenor de explicar cómo encaja tal cuestión en la reflexión que aquí iniciamos.

Gemelos y alter egos son términos diversos, que designan relaciones de similitud apariencial o de carácter devida a diversas razones y si bien un gemelo puede convertirse en el alter ego de su hermano, lo contrario no es factible, pues un alter puede ser también un personaje de ficción (los gemelos son en cambio personas reales) en el que el creador deposita rasgos de su personalidad, o características que hubiese deseado poseer, en el caso de la literatura.  Los otro yo son comunes en el mundo de las letras, pues es usual que un narrador diluya rasgos de su experiencia personal en uno, o varios, de la personajes que son producto de su imaginación; por ejemplo: cuando sir Thomas Moro dice, al incio de Utopía, que la obra es el resultado de un informe solicitado  personalmente a Rafael Hitlodeo, quien había vivido un tiempo en la nación que se describe en el texto. Después de hecha la lectura es fácil entender que  Hitlodeo no es otro que el propio Moro quien, por razones ocultas que lo motivan, decidió colocar sus opiniones en boca de aquel ser imaginario. En esta época del multiverso se puede comprender que el autor, en cuanto creador, es capaz de desdoblar su personalidad en facetas múltiples y encarnar una, o varias de ellas, en un (a) ser individual y proyectarlo en ese universo paralelo que es la obra literaria. Pero también el creador en ciernes tiene la posibilidad de hacer que su prole imaginaria viva, en el mundo alterno que ha diseñado para el, las facetas de la existencia que le hubiese gustado vivir en su realidad. En sentido psicoanalitico un alter ego puede ser, entonces, la imagen y el sentimiento que dan satisfacción a un deseo que no la ha tenido en la realidad del creador, tal como teoriza Sigmund Freud que ocurre con los personajes de los sueños (trata el tema en un texto titulado La interpretación de los sueños y en múltiples trabajos posteriores) que cumplen deseos insatisfechos en la vigilia. Está capacidad que convierte al ser humano en una especie de deidad omnipotente,  la describe por ejemplo Jorge Luis Borges en su relato Las ruinas circulares, en el que delinea a una criatura  tomando conciencia de su esencia como ente que vive en el sueño de otro, pero que a su vez es capaz de diseñar en su mente un mundo que hace habitar, a voluntad, por un ser producto de sus propios sueños. En Borges entonces esta posibilidad tiene características que la emparentan con el concepto de infinitud: un ente que sueña con un ser, que a su vez tiene capacidad de soñar con otro ser que también sueña...y así hasta el infinito. Resulta entonces que el alter ego es el creador que se desdobla, que se fracciona en entes múltiples, para vivir su existencia en universos alternos, de manera simultánea, ya recreando sus experiencias tal como las ha vivido, o ya cumplimentando deseos que no ha podido satisfacer en su realidad incidental.  Toda una compleja definición del otro yo. Pero es necesario decir que nuestro fabulista invidente era un experto en ese oficio de diseñar alter egos: se construyó una pléyade de estos entre los que podemos mencionar a una pléyade de escritores árabes imaginarios: Almotasim, Mir Bahadur Alí (Acercamiento a Almotasim); a un poeta de los suburbios bonaerenses (orillero lo llama): Evaristo Carriego, entre otros, a quienes convocó a encarnar en las letras algunos de los múltiples Borges que dentro de el urgían por expresarse; criaturas que van eclosionando de aquellas ruinas circulares de que en otro lugar del multiverso nos habló. Edgard Allan Poe también tuvo la capacidad de erigir un conjunto, de alter egos, en los cuales proyectó sus facetas creativas: en La esfinge su alter entra en un universo en el cual los pequeños seres (insectos) adquieren dimensiones descomunales; en El rey peste se desdobla en una pareja de marineros que ingresan en un sector de la realidad en convivencia con seres de pesadilla, en experiencia inusual que, más de un siglo después, será conocida como sicodelica, o como anticipación de las creaciones de Franz Kafka. En La isla del hada una hoja con un insecto sobre ella, que gira en un charco de agua es  captada, tal como reza el título de la historia, como una insula en la cual reside un hada, por la percepción alterada de otro Edgard Allan inserto en el texto. Alter egos que proyectan las dimensiones divergentes de una imaginación no convencional, quizás estimulada con el auxilio del ajenjo, más en todo caso extraordinaria.

Hasta el momento hemos abordado el recurso de los alter egos desde la perspectiva del autor que se proyecta en sus personajes. Hay sin embargo otra modalidad de este aspecto: cuando un autor prolifico disemina, en varias de sus obras, unas características identitarias que tocan a varios personajes, en obras de temas diferentes y de contenidos diversos, cuyo único punto en coincidencia es ser de autoría común. Más la filigrana, de la experticia textual, nos ofrece evidencia de la similitud que se presenta en las reacciones conductuales, como en las expresiones verbales, en fin: en las características que hacen la personalidad de los entes que se diseminan en los textos. Ejemplificamos este acerto de alter egos entre personajes con algunas de las creaciones de William Shakespeare, especialmente con un tipo sicológico que el bardo dibuja en varias de sus obras: el individuo con cierta inteligencia, complementada de un carácter cínico y burlón, descreido, amoral, ególatra, y del cual son ejemplo (con apego variable a estás características) Timón de Atenas y Apemanto, actores de Timón de Atenascomo también Paroles y Gracioso, personajes de Bien está todo lo que bien acaba. En este cuarteto de creaciones de rol secundario (todos los son excepto Timón) el cinismo es la característica predominante, corolario de una manifiesta incapacidad para creer en la bondad humana, de la cual hacen burla (en Timón esto se da luego de un shock existencial). Pero también hallamos, con gradaciones, la misma mezcla de estos aspectos en personajes de rol protagónico como Ricardo Gloucester (en la obra Ricardo III), en Yago (de Otelo) o en Shilock (el judío tan satanizado de Mercader de Venecia). Estas similitudes nos permiten expresar que entre estas figuras se da una relación de alter egos construida por las preferencias del bardo inglés al momento de delinear los caracteres de estos individuos.

La cuestión de los gemelos, en el uso que de ellos hace la literatura, reviste también cierta complejidad: precisamente un drama que constituye variante al texto de  Hollinshead, y que ilustra lo decisiva que puede ser la apelación al recurso de los que comparten placenta antes de nacer, trata el asunto del monje Tadeo y el cuaderno del Lord Lancaster. Pero antes de abordar este enigmático caso debemos hacer mención de lo siguiente: en el Popol Vuh, especie de Génesis bíblico de las originarias culturas mesoamericanas, se encuentra la leyenda de Hun Hunahpu, cuya cabeza cercenada fue colgada de un árbol, que por esta acción reverdeció y fructificó. La joven Ixquic se acercó a hablar con el decapitado y este escupió en la mano de la muchacha, fecundandola. De esta acción nacerán después los gemelos Hunahpu e Ixbalanque, deidades que tendrían a su cargo la creación de los hombres de maíz, los más antiguos ancestros reconocidos por las culturas Mayas. Igualmente, luego de una serie de aventuras, los hermanos gemelos serán convertidos, por el Corazón del cielo o Dios creador, en la luna y el sol. De esta manera hace presencia el tema, de los que comparten placenta, en la literatura mítica. También estará presente en el mito griego de Castor y Polux, hijos de Zeus el padre de todos los dioses quien inseminó a Leda transformado en cisne. Al igual que sus homólogos mesoamericanos tendrán un destino cósmico: luego de múltiples visicitudes serán transformados en las estrellas que forman la constelación de Géminis. En tierras del Lacio el mito tiene una derivación más prosaica: Rómulo y Remo, gemelos amamantados por una loba, son reconocidos como los fundadores de Roma. Rómulo mata a su hermano cuando este se atrevió a saltar la muralla, de baja altura, que construía para defender a la ciudad de las siete colinas. En la literatura helenica surgió una obra de teatro que trata el tema como una comedia. En las letras latinas Plauto, en su Mecnemos, copió el tema griego, que trata de gemelos separados al nacer, llevados a ciudades distintas, que luego se reencuentran ya adultos. Después, a final del siglo XVI, William Shakespeare retoma el argumento y le complementó con otra pareja de gemelos, construyendo la sátira llena de golpes y maltratos a esclavos (antecedente de los tres chiflados) que tituló Comedia de las equivocaciones. A final del siglo XVII e inicios del XVIII Alejandro Dumas, de manera inigualable, estructura una obra soberbia sobre un mito de la era de los reyes absolutistas: en El hombre de la máscara de hierro continúa las aventuras de Dartagnan y sus camaradas mosqueteros intentando rescatar al  gemelo del rey, prisionero en las mazmorras por voluntad de su propio hermano. Terminando el siglo XIX Mark Twain da a la imprenta su Príncipe y Mendigo en el que fabula la historia de un par de muchachos, tan parecidos físicamente que parecen gemelos, pertenecientes a estratos sociales diferentes (uno es hijo de limoneros y el otro el príncipe de Gales) que intercambian sus trajes y dan así lugar a la ocurrencia de una serie de circunstancias equivocas. El año 2009 Glen Cooper, un norteamericano, publica un texto, La biblioteca de la muerte, dentro del género de novela negra, en el cual una familia de hombres y mujeres, del siglo VIII d.c., de similar y rarísimo fenotipo tal que asemejan gemelos y a veces trillizos, escriben bajo inspiración sobrenatural la fecha en que nacerán y morirán todos los habitantes de la tierra; el texto llena toda una biblioteca que es descubierta en el siglo XX y da lugar a una situación de misterio y crimen cuando un transcriptor trata de utilizar esa información en su provecho. Nuestro Lord Aimerich   Lancaster, de que al inicio hablamos, dejó unas notas tomadas del Pseudo Hollinshead en las que se sostiene una variante de la leyenda que dió lugar al Macbeth de Shakespeare y que le dan otra cara a la historia del asesino malvado que pintó el bardo inglés: según está versión el asesinato del rey Duncan no se dió en casa de Macbeth, sino que fue un hecho de batalla en el que ambos se enfrentaron (como  aparece realmente en el relato de Hollinshead) y no fue el hombre satanizado en el drama de Shakespeare quien lo ultima, sino su hermano gemelo, el otro Macbeth, el fogoso vástago, menor de la estirpe por haber sido el último en ser extraído de la placenta (aquí está la variante sorprendente). 

Los relatos donde el tema son los gemelos, o afines, siguen el cauce del río de Heráclito: siempre cambian; del mito pasan a la comedia, de allí saltan a la tragedia y recalan luego en el black roman. Tema proteico que seguramente seguirá, por mucho tiempo, dando alimento a la literatura del porvenir.

17 de diciembre de 2023.
Magoc.





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