DE LA PIEL DE LOS LIBROS.

Abdul Allhazred, el árabe loco que escribió el Necronomicon, según delató Lovecraft, es un niño de pecho comparado con Ilse Koch, la esposa del nazi encargado del campo de prisioneros de Buchenwald, si a las inclinaciones artísticas nos referimos. Me explico: el árabe se dedicó a transcribir oraciones, ensalmos, maldiciones y talismanes hasta ensamblar un Grimorio que ha trascendido hasta nuestros días. De su contenido sabemos, de segunda mano, por el relato del autor de Los mitos de Cthulhu, que entre otras cosas informa sobre el Necronomicon como un texto  encuadernado en piel humana, capaz de inducir un estado de locura a quien osara leerlo. Estos árabes que facturaban Grimorios eran por descontado personas cultas, versadas en alquimia, astrología judiciaria, botánica y ciencias ocultas por lo menos. La copia a mano de los textos era confiada a caligrafistas y miniaturistas que reproducían e ilustraban las páginas del códice con mucho esmero y esfuerzo. La encuadernación también la realizaba un profesional del oficio. En resumen: reproducir un texto, convertirlo en manuscrito legible después de que salía de las manos de su autor, antes de que Gutemberg inventara su imprenta, era una labor ardua de artistas especializados, profesionales de su área. Facturar el texto era trabajo de un erudito, sabio o estudioso y siguiendo a Lovecraft debemos suponer que, por más loco que estuviese, el árabe Allhazred debió también poseer estás cualidades intelectuales. El detalle del forro con material epitelial es añadido, que no hace alusión al contenido del texto, pero parece convocar memorias de crueldad y ausencia de humanidad, detalle que rememora abisales costumbres encarnadas en el trabajo del artista de la edad media. Por otro lado, nuestra visión occidental de la Sociedad Civilizada ha sido construida, post medioevo, estrechamente imbricada a la idea (devenida mito con el tiempo) de Progreso;  y detalles como el de la cubierta de epitelio humano remiten a épocas en las cuales la pareja conceptual civilización- progreso era un chiste de monjes intelectuales, o cuando más divertimento de ratones de biblioteca, al estilo Jorge de Burgos del En nombre de la rosa. El Grimorio es reunión de cosas que remiten al universo simbólico de épocas precientificas, con un mundo pleno de duendes, almas en pena, hechiceros y brujas, criaturas extraordinarias, elementales, humores, influencias astrales, y otras por el estilo; universo simbólico dentro del cual el detalle de la encuadernación, en piel humana, le da sentido esoterico al elemento que, desgajado de ese mundo, ya habíamos podido interpretar sin fundamento como convocante de memorias de crueldad y ausencia de humanidad.

A inicios de esta primera década, del segundo milenio, un hombre adquirió en un mercado de antigüedades de una ciudad Polaca, un álbum fotográfico del que le llamo la atención su inusual encuadernación en piel. Como ya sospecha el lector, al realizar un examen de la cubierta resultó estar hecha del epitelio de uno de los judíos prisioneros en el campo de concentración de Buchenwald, durante la segunda guerra mundial. Se identificó al individuo, a quien había pertenecido el material de la cubierta, entre otros hechos por un tatuaje que supervivia en la encuadernación del álbum. El objeto está actualmente conservado en la colección del Museo Memorial de Auschwitz. En perspectiva historica, el álbum fue realizado por expreso pedido de la esposa de quién fuese Comandante en Jefe de aquella prisión: hablamos de Ilse Koch quién "reinó" como autocrata absoluta en aquel lugar de oprobio entre 1938 (año en que Karl Koch, su consorte, fue nombrado por los nazis como jefe del lugar) y 1943 (año en que se destituyó a Karl y se lo trasladó a otro campo de concentración). En esta época Ilse se aficionó a los artículos facturados con piel humana, procedente de los prisioneros sacrificados por los nazis, con cuya materia prima hizo elaborar para su satisfacción artículos como la nombrada encuadernación del álbum fotográfico, así como también la pantalla de una lámpara de mesa y colgantes con cabezas reducidas que pedían cual adornos sobre el comedor familiar. ¿De qué manera adquirió el árabe la cobertura epitelial para su Necronomicon? Los escritos que dejó Lovecraft no responde ese interrogante; pero si son de dominio público los métodos horrorosos de que la perra de Buchenwald, como apodaron a Ilse Koch, se valió para conseguir sus materiales, ya que más de doscientos testigos la inculparon cuando fue juzgada en 1947: éstas personas contaron que la mujer hacía desnudar en masa a los prisioneros, exponiéndolos en público, para hacer una experticia de sus cuerpos buscando los tatuajes y pormenores de las pieles que escogería para realizar sus "obras artísticas". Si alguno de los allí expuestos daba señales de molestia, o miraba directamente al rostro de la mujer, era maltratado a golpes por la fémina, la mayoría de las veces hasta la muerte. Una vez hecha la elección, los "afortunados" elegidos eran sacrificados, por medio de una inyección letal que les administraba el médico nazi, cómplice de la acción homicida, para despellejar sus cuerpos inmediatamente se produjera el deceso, obteniendo así el material con el que, entre otras cosas, se forraria el preciado álbum mencionado. Después de la guerra Ilse fue juzgada, por los sufrimientos infrigidos a los prisioneros y por asesinatos, para finalmente ser condenada a cadena perpetua. A la edad de 62 años decidió, con éxito y amargada por sus culpas, terminar sus días suicidándose en la celda de la cárcel, aprovechando algún descuido de sus vigilantes.

Farenheit 451 de Ray Bradbury es una de las ficciónes, en este caso de anticipación distópica, que abre la puerta a la posibilidad de considerar a cada ser humano como un libro. En esta orientación la piel, en toda su extensión, además de ser el más amplio de los sentidos es también la cubierta de ese texto irrepetible y único que es cada individuo. Despojar de su cubierta epitelial, al texto humano, implica una mutilación irreparable, pues es este el único libro en el cual las portadas y el lomo hacen parte inseparable del argumento y su desarrollo. Búfalo Bill Cody fué un empresario norteamericano que vivió en la segunda mitad del siglo XIX y murió en 1917; debía su nombre a la profesión, que alguna vez desarrolló, de cazador de bisontes para obtener su carne y piel. La cuestión es que, en aquella época, la caza de este gran herbívoro de las praderas estaba asociada a la caza de indios para escalpar su cuero cabelludo, elemento por el que pagaban los colonos al igual que por las pieles de bisonte. Esta bárbara costumbre de la época de la colonización, en tierras de los Estados Unidos, está presupuesta cuál discreto telón de fondo en el personaje a que Thomas Harris apoda Búfalo Bill en la novela de detectives El silencio de los corderosEl que retrata la ficción de Harris es un individuo de tendencias homosexuales reprimidas, codicioso de la piel de las mujeres, y las asesina para luego despellejarlas a fin de conseguir los materiales con que hacerse un traje que supone que al colocarselo se convertirá en fémina.  Harris reconoció haber tomado la idea de un caso real: el de Ed Gein (1906 a 1984), un norteamericano que en 1957 saltó a las noticias cuando se descubrió que, en un tranquilo pueblo, había asesinado algunas mujeres, y robado los cadáveres de otras, para mutilar sus cuerpos, devorar parte de ellas además de utilizar trozos de sus pieles para hacerse un traje. El Búfalo Bill de Harris, como el verdadero Ed Gein, encarnan textos cuya disforia de sexo los empuja a utilizar métodos perversos para cambiar su portada por una que se parezca a la imagen ideal que se han hecho de sí mismos.

Iram Bingham en su libro La estrada del sole (traducido al español como El camino de los incas) cuenta que en algún lugar del Perú halló un museo, con momias que supervivian desde la época prehispánica, y cuya particularidad era que sus pieles habían sido trabajadas para hacer, de aquellos seres, monumentos a la burla de los incas por los enemigos vencidos: por ejemplo, una momia tenía un tambor de gran tamaño inserto en el abdomen, otra tenía una flauta cosida a labios y mejillas, y las demás presentaban deformaciones similares. Podríamos hablar en este caso de la transformación de la portada con intención irónica o burlesca.
Internet menciona el caso de un libro, guardado en el museo de Edimburgo, Escocia, cuyas tapas están forradas con la piel de William Burke, ladrón de cadáveres y asesino de dieciséis personas que vivió durante la primera mitad del siglo XIX . Igualmente se hace mención, en la red, de un texto guardado en un museo inglés que relata el caso de William Corder, quien asesinó a su amante en 1827. Lo que hace especial al libro es que sus cubiertas están forradas con la piel del propio Corder. Otros ejemplos de este tenor aparecen entre las curiosidades que la navegación en aguas virtuales proporciona.
El álbum sin fotografías de Ilse Koch, los textos con las historias de Burke y Corder, con sus portadas, contraportadas y lomos en material antropodermico, al igual que el traje que se fabricaba Ed Gein, implican momentos que rememoran el horror, el castigo, la culpa; de la misma manera involucran a sujetos que han internalizado sentimientos negativos como algo normal, algo que viven en su cotidianidad y sobre lo que no se problematizan; es decir: insanias normalizadas. Afortunadamente las portadas de los libros impresos, en la actualidad, han renunciado a la utilización de materiales costosos por razones económicas, aunque no podemos pedir que, de igual manera, los impresos desalojen de sus temas las adicciones humanas a la insania. 

Terminamos con la reflexión que se puede construir sobre una lectura de Farenheit 451: está ficción imagina un mundo distópico donde los libros son artículos prohibidos, y existe además un cuerpo de Bomberos (al que pertenece Guy Montag, el protagonista) cuya misión es detectar la presencia de textos impresos, en la ciudad, e incinerarlos. La cuestión es que se crea un grupo de resistencia, contra esta práctica estatal, que prescinde de la impresión de los opusculos, guardando las tramas de los mismos en la memoria de los insurrectos, dónde no los puede alcanzar el fuego. Desde la creación de Bradbury podemos asumir a cada ser humano como un libro (con independencia de que el mismo se asuma o no como tal), cuyas características son evidentes en el trato social (hablamos de Fulano como un libro abierto o como un ser enigmático). En cualquiera de los casos mientras estamos vivos cada uno tiene, por lo menos, las características de un texto en permanente construcción, de un texto inconcluso. Cada cual decide, ateniéndose a las determinaciones sociales y familiares de carácter más o menos obligantes, su contenido: puede ser un "álbum que solo con fotos tuyas se llena" como explica la canción del grupo colombiano Aterciopelados; puede ser un texto que vive historias para contarlas, como el título de la Memorias de Gabriel García Márquez; puede ser una vida calificada por una serie de experiencias bizarras, inusuales, como los Cuentos grotescos del escritor venezolano Rafael Pocaterra; puede ser una existencia dedicada sólo a la aventura de la lectura, como describe el argentino Jorge Luis Borges que fué la suya; puede también ser un recorrido vital en frases y párrafos que sumergen en  aventuras continúas, inesperadas, como pretende Edgard Rice Burroughs que fue la de Tarzan de los monos. En todos los casos la biblioteca universal está compuesta de libros forrados en piel humana, que es además de la portada, lomo y contraportada, parte integrante e importante de la trama, del propio texto. Esto ya se presupone en el comportamiento de James Gumb, el Búfalo Bill de Harris, o en el de su idetikit de historias reales de black roman: Ed Gein. En esta biblioteca universal, como un tomo de anaquel en permanente autoescritura, cada ser tiene la posibilidad de hacer y rehacer su portada a voluntad, añadiendo los detalles artísticos que desee o haciendo de toda ella una obra de arte, sin tener que esperar a hurtar la dermis ajena para poder conservar su personalidad o transformarla. Estamos determinados, por el destino, a ser a la vez escritoresy artistas de  nuestro propio argumento vital.

03 de noviembre de 2023.
Magoc.

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