DE ENFERMEDADES Y ENFERMOS.

La enfermedad física es una condicion, también una posibilidad, que está presente en las circunstancias de la existencia humana. Su  presencia anuncia siempre trances dolorosos, acompañados de sufrimiento físico y moral, de lo cual mucho se ha escrito a lo largo de la historia universal de la literatura. Un sector de las ficciones fantásticas se cimenta sobre el sueño de poder obviar la omnipresencia de la enfermedad y de su corolario: la muerte. En esta tendencia se mueven, por ejemplo, Drácula (publicada en 1897) de Bram Stoker (1847- 1912); La piel de Zapa (publicada en 1831), de Honoré de Balzac (1799- 1850) y El retrato de Dorian Grey (publicada en 1891) de Oscar Wilde (1854- 1900). En cada una, de estas creaciones, la circunstancia que se plantea el escritor es la de crear las posibilidades que permitan a los seres la capacidad de eludir las causas de la muerte: esto es la vejez y la enfermedad. Pero también está presente la advertencia de que tal objetivo es antinatural, pues enfermar y perecer son condiciones propias de todos los seres vivos; y que la transgresion de estas limitantes conlleva consecuencias inesperadas. Stoker persigue su objetivo ideando la existencia de un personaje horrendo, epítome de la inhumanidad, para para quien obtiene la extensión de la vida, ganada y conservada a costa de romper las vidas ajenas, de corromper los lazos de amor y solidaridad estableciendo la dictadura de la pura y desnuda necesidad de supervivencia, trasladando la ley de la selva al ambiente humano. Quizás sea ésta resonancia de la condición de animal depredador la que le presta su halo de horror al conde oriundo de Transilvania. Rafael de Valentín, el protagonista del texto de Balzac, cree poder superar el dolor y la enfermedad a través de la acción de un talismán (la piel de Zapa) que le concede todos sus deseos, pero descubre que cada satisfacción implica un precio a pagar, este no es otro más que la abreviación del tiempo de vida, simbolizado en la piel -talismán que se encoge hasta desaparecer, en el momento del deceso de Valentín, que si bien pudo evitar el dolor no pudo soslayar el final inevitable. Oscar Wilde vuelve sobre el tema del talismán, sin darle ese nombre, que en su caso absorbe las manifestaciones de desgaste corporal y sus productos: enfermedad, vejez y deceso. Wilde humaniza el talismán para deshumanizar al hombre, señalando la terrible condición que conlleva la negación del dolor como componente esencial de nuestro ser. No en vano, las tres ficciones de arriba, indican el inicio del género de terror, en cuanto relatan la inclinación de ciertos seres hacia transgresiones peligrosas a la condición natural.

Cuando Patrick Mcmurphy desata la furia colectiva de sus compañeros, contra las reglas terribles que norman la vida dentro de las tapias de cualquier sanatorio para enfermos mentales, no tenía idea de que su paso documentado por la institución dejaría huella en una generación que aprendió a ver la insania mental desde otra perspectiva. Así Alguien voló sobre el nido del cuco (publicado en 1962) de Ken Kesey indica la ruta novelistica que seguiría a trabajos de investigación especializados, como la Historia de la locura en la época clásica, de Michel Foucault, impreso en 1961. La novela de Kesey, como el extenso estudio del francés, son requerimientos contra una sociedad que niega espacio a las disidencias, y recluye como insanos mentales a quiénes no pueden adaptarse a las estrictas normas de convivencia, que exige un estatus social orientado al rendimiento productivo material en detrimento de la condición humana. El aparato del poder reacciona con acritud, ante el desproposito de los Kesey y los Foucault, motivando la edición de Best Sellers  que perpetúan la condición del disidente como insano mental, y estrechando estos calificativos con la calidad de homicida o de peligro social, que ya había consagrado la vieja psiquiatría. Este tipo de propuestas interpretativas se pueden leer, por ejemplo, en La historia del loco de John Katzenbuch, impresa en 2004, donde el autor juega con las dos alternativas: la del disidente que no puede adaptarse, representado por Francis Petrel; y la del loco homicida que encarna la vuelta a las leyes de la selva, donde el asesino expone sus dotes de cazador acechando a sus presas. Otra expresión Literaria de esta tendencia es El silencio de los corderos, de Thomas Harris  que retrata la ficción de un individuo de tendencias homosexuales reprimidas, codicioso de la piel de las mujeres, a las que asesina para luego despellejarlas a fin de conseguir los materiales con que hacerse un traje. Harris reconoció haber tomado la idea de un caso real: el de Ed Gein (1906 a 1984), un norteamericano que en 1957 saltó a las noticias cuando se descubrió que, en un tranquilo pueblo, había asesinado algunas mujeres, y robado los cadáveres de otras, para mutilar sus cuerpos, devorar parte de ellas además de utilizar trozos de sus pieles para hacerse un traje. Como podemos leer en la investigación de Michel Foucault, en épocas preteritas los afectados por demencia, y otros padecimientos mentales, eran portadores del mensaje sagrado de los dioses. En la literatura de nuestra época han perdido esa cualidad, para trocarse en representación del terror desnudo, que remite al comportamiento de etapas antediluvanas, con sus temores, guardados en la memoria genética. Foucault recuerda que otro era el tratamiento dado a los afectados mentalmente en los momentos anteriores a la época clásica: cuando no se les excluía ni encerraba. Ejemplo de esta condición es el inolvidable Quejana, protagonista del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha,  portaestandarte de una locura justiciera y creativa.

Hans Castorp está a punto de graduarse de ingeniero naval. Aconsejado por su médico parte del puerto de Hamburgo en la costa alemana, dónde reside, a las montañas austríacas, donde va a visitar a su primo Joachim que está recluido en un sanatorio para enfermos pulmonares, en el Berghof. Allí en aquel lugar de reposo descubre que él mismo está enfermo del aparato respiratorio y además, entre las enfermas convalecientes, halla a la que será su amor. A grandes rasgos es este el argumento de La montaña mágica (publicada en 1924) del escritor Thomas Mann (1875- 1955), que ha sido conciderada una de las obras maestras de la literatura alemana. Mann según parece se inspiró en una visita que su esposa hizo a un sanatorio, con las características del de la novela, a principios del siglo XX.  La enfermedad que afectó a Castorp se cebó, con inusual crueldad, en un escritor checo-aleman que ha dejado, para la posteridad, algunos de las más resaltantes obras literarias, de la talla de El castillo, El proceso, La metamorfosis entre otras. Franz Kafka (1883- 1924) comenzó a padecer los embates de la enfermedad pulmonar a la edad de 22 años, y desde entonces no dejó de visitar los sanatorios. Entre 1917 y 1924 la tuberculosis lo inmovilizó profesionalmente atandolo literalmente a la cama del convaleciente. No obstante si para Castorp la estadía en el sanatorio reveló el amor; para Kafka la convalecencia fué el descubrimiento de su fuerza como creador y en esa lucha contra la bacteria (mycobacterium tuberculosis) exteriorizó un universo de fantasía, de protesta contra injusticias absurdas, como no lo ha hecho otro.

La peste estableció su reinado de terror, sobre la tierra, desde tiempos en que los seres humanos comenzaron a transitar por los mares, en esa actividad febril que es el intercambio comercial. Ya Shakespeare y los dramaturgos londinenses, en aquel siglo XVI que ha sido definido como el siglo de oro inglés, experimentaron los embates de aquella mensajera de la muerte, que obligaba el cierre de los teatros, y la cancelación de toda actividad lúdica, cuando manifestaba su ominosa presencia. La propagación de la muerte negra daba así,  a los dramaturgos, la excusa ineludible para aislarse y dar así espacio a su capacidad creativa. La presencia de esta epidemia sirve de telón de fondo, al ya mencionado Thomas Mann, para facturar un argumento que tiene varios componentes: el amor homosexual otoñal, reprimido, que asalta a un escritor (Gustav con Aschenbach) en la ciudad de Venecia, en momentos en que la enfermedad manifiesta su maligna influencia; la incapacidad del personaje para aceptar su sentimiento tardío y la decisión de quedarse en la ciudad, cuando todos la abandonan, para acompañar a su efebo hasta el último momento. La muerte de Aschenbach se parece mucho a un suicidio deliberado, ante la imposibilidad de lidiar con la complejidad de sus afectos tardíos. Tal es la trama que se desarrolla en La muerte en Venecia (impresa en 1912). También la ofensa a la supervivencia humana, que significa la manifestación de esta epidemia, es tomada como argumento por Edgard Allan Poe para crear una sátira, El rey peste, en que la enfermedad es personificada en un grupo de seres de pesadilla, a los que se ven enfrentados dos marineros ebrios, que se apoyan en su borrachera para salir bien librados del mal encuentro.

05 de noviembre de 2023
Magoc.

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