DE PREMONICIONES Y PROFETAS.

Nostradamus, San Malaquías en la antigüedad; pero más cercanos a nosotros Edgard Cayce, Giovanni Parravicini, incluso Julio Verne y J. J. Benítez ¿acaso pueden ser calificados como creadores literarios? Si contestamos la interrogante en sentido borgeano podremos asentir. En la definición clásica de la literatura, estos autores no habrán hecho ficción, sino una especie de ensayo prospectivo, en el cual han descrito conclusiones o resultados obtenidos mediante métodos científicamente discutibles. La cuestión es que esos resultados nos diseñan y homologan el futuro, concepto complejo dada la multiplicidad de perspectivas que la humanidad se ha planteado respecto a ese horizonte más o menos difuso y más y/o menos lejano. Es por esto que nos proponemos abordar el artículo desde una perspectiva borgeana; antecediendo la necesaria explicación: Jorge Luis Borges, el escritor argentino, estableció algunos parámetros que fungen como liberadores del orden escrito, esto es respecto a las sujeciones que se le imponían en un pasado no muy lejano; por ejemplo: el ensayo hasta Borges era un texto sobre un tema de interés, abordado desde perspectivas objetivas (método científico o razonamiento objetivo ajustado a las reglas de la lógica, objeto de discusión suficientemente delimitado, fuentes pistemologicas conocidas, claridad en la exposición, etcétera) que en la ficción del argentino cesan su función, en textos que podrían pretenderse ensayos pero que no cumplen a cabalidad con las exigencias antes consignadas. Por ejemplo, en Pierre Menard autor del Quijote, el invidente genial nos cuenta (en un opusculo que posee estructura similar al ensayo) respecto a lo que llama obra invisible del francés Menard, quien escribió El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha algunos siglos después de Cervantes; el texto pone a comparación  líneas de la obra de Cervantes en parangón con otras de la creativa de Menard. Aunque ambos trozos son perfectamente iguales, letra por letra y palabra por palabra; la crítica borgeana concluye la importancia superlativa del escrito de Menard por sobre el escrito cervantino. Aquí rompe Borges con el principio de igualdad que proviene de la lógica aristotélica, según el cua A es igual a A. Aunque el texto de Cervantes sea exactamente igual al de Menard, existen otros factores extra literarios que establecen distinciones (también se lesiona el principio de no contradicción según el cual: A no es igual a NO A) y relegan la igualdad lógica al desván del universo pretérito y superado. Hasta aquí con esta explicación para exponer nuestra decisión, y tomarnos la licencia, de considerar las obras de los así llamados profetas del destino como obras literarias, dentro del contexto borgeano del termino.

La literatura profética tiene exponentes en todas las culturas conocidas, y casi siempre los más antiguos ejemplares de la misma se producen dentro del contexto religioso, aunque con el devenir del tiempo lo trascienden y cobran otros sentidos.  El I Ching o Yi King es un texto chino que tiene varios niveles de lectura y uno de ellos es el de la adivinación del futuro de  los consultantes. Otras lecturas se adentran en la moral y la sabiduría antiguas, cuestión por la cual fue incluído en el canon de textos confucianos, por los comentarios que sobre el hicieron los seguidores del maestro, aunque Confucio no lo haya escrito. El texto del Yi King está conformado en trigramas que deben ser interpretados por un experto adaptando la interpretación al caso del interesado. Si bien el libro tal como ha llegado hasta la actualidad fue compuesto en el siglo VI a.c., su origen se remonta a muchos siglos antes de esta fecha, hasta el reinado del mitico emperador Fu Hi, de quién se dice que copió los trigramas del lomo de un dragón que surgió del río amarillo. Aún hoy los versos del Libro de las mutaciones o Yi King son utilizados como método de indagación predictiva. En los dominios de las deidades escandinavas surgieron alfabetos que, aunque no tienen la filiación de antigüedad que se atribuye a los trigramas del mítico emperador, si poseen el potencial predictivo de aquellos aunque adaptado a las condiciones de los pueblos del norte de Europa. El alfabeto runico que ha llegado hasta nuestro siglo (históricamente fueron varios en realidad) está compuesto de veinticuatro letras, llamadas runas, y una más sin trazo o dibujo. Estás runas poseen y conservan el poder mágico que las antiguas civilizaciones, originarias, adosaban a la palabra y, como las zefirot del lenguaje hebreo, sus combinaciones dan lugar al nacimiento del mundo y todo lo que de él se compone; por lo cual las combinaciones de estás letras, hechas mediante el ritual específico, pueden revelar el futuro a quien las consulta. Este objetivo prospectivo, del alfabeto runico, está ya presente en el mito de su creación: si bien este origen se puede rastrear en textos que datan entre los siglos I y II d.c., el mito que es muy anterior a esta fecha cuenta la historia de  Odin,  padre de los dioses nórdicos y germanos, quien encontró las runas dentro de su ser mismo, cuando buscaba la forma de saber el futuro, y luego de pasar por sacrificios enormes que incluyeron perder uno de sus ojos a cambio de saber lo que anhelaba. ¿Son las runas como tal una expresión literaria? Podemos decir que  son factor importante en el surgimiento de obras literarias como El Kalevala de Elías Lonnrot, la saga mitológica finlandesa, dónde la palabra runa equivale a poema, y el actor principal de la trama, Wainamonen es conocido con el título de runoya o declamador de poemas sagrados. Es necesario mencionar, también, que, entre los pueblos semitas, los estudiosos de la Torah  produjeron una serie de comentarios místicos de dicho texto que son la base de la Kabala o doctrina secreta. Un cabalista del siglo XIII d.c., el judío español Abraham Abulafia, elaboró una doctrina según la cual las combinaciones de las letras del alefato, el alfabeto hebreo, tienen el poder de generar los objetos del mundo, producir cambios en el universo y, según algunos de sus seguidores, revelar el futuro, otorgandole así potencial predictivo a las permutas de letras. La doctrina de Abulafia es mencionada por Umberto Eco en su novela El péndulo de Focault en la cuál el protagonista, Diottavelli, le coloca el nombre del cabalista a su computador.

Cuando en la Roma del año 399 a.c. se desató una peste, entre hombres y animales, a causa del brusco cambio climático que reemplazó el tiempo frío por un ambiente cálido acompañado de lluvia pertinaz; el senado, para combatir la epidemia, ordenó consultar los Libros SibilinosTito Livio (57 a.c. a 17 d.c.), en su Historia de Roma, nos cuenta que estos textos sagrados estaban guardados en arcón de piedra, en el templo de Júpiter Capitolino, y que en ellos estaba consignada la manera de mantener y acrecentar el poder de la ciudad de las siete colinas. Evidentemente Livio nos habla de  textos de adivinación del futuro, que circulaba 340 años antes del tiempo en que el escribía su historia .Aquellos Libros Sibilinos habían sido redactados por la Sibila de Cumas, una de las primeras profetisas de que se tenga noticias en el mundo antiguo. Nada más aportó el autor latino respecto a estos textos sacros y a su enigmática autora, dejando el misterio para los investigadores de los años subsiguientes. Los griegos también tuvieron su espacio dedicado a la indagatoria del futuro: este era el Oráculo de Delfos, como se llamaba al lugar ubicado dentro de templo de Apolo, situado en la ciudad de Delfos, en el cual una Pitonisa se encargaba, luego de entrar en trance, de contestar a las preguntas que se le formulaban. Muchas interrogantes tenían que ver con el futuro del consultante. Un sacerdote anotaba las respuestas de la adivina, en un trozo de papel, y se lo entregaba al interesado. Se cuenta que cuando uno de los visitantes preguntó por el hombre más sabio, el Oráculo señaló que este era Sócrates, el ateniense maestro de Platón. Ni los romanos Libros Sibilinos, ni el Oráculo de Delfos legaron profecías que comprendieran el futuro más allá de la era antigua. 

Después de este breve recorrido por las prácticas predictivas del lejano oriente, los países nórdicos, Roma y Grecia; y luego de haber hecho mencion de algunas obras que dan fe de sus productos, abordemos de manera suscinta las expresiones que surgen en Europa durante el fin de la edad media: es obligado comenzar mencionando a Michel de Nostradamus (1503 a 1566 d.c.), el boticario francés qué ya durante su vida se hizo famoso por sus habilidades de adivinación. En su momento pronosticó la muerte del rey Enrique II, lo que se cumplió efectivamente cuando el gobernante sucumbió a las heridas recibidas en un torneo, el año 1559. La reina viuda, Catalina de Medicis, acogió al adivino en la corte y se sirvió de sus habilidades para sus planes políticos. Nostradamus había publicado, en el año 1555, un libro al que dió el título de Profecíasdicho texto contiene algo más de 940 cuartetas, escritas en lenguaje deliberadamente criptico y enigmático. El hecho es que, aunque no existen fechas en estos versos, los exegetas de su obra concuerdan en que en esas cuartetas dejo predicciones, que se han cumplido, sobre Hitler, la segunda guerra mundial, las bombas de Hiroshima y Nagasaky, el asesinato de J. F. Kennedy, los atentados a las torres gemelas en Nueva York; entre otras. Igualmente existen profecías que aún están por cumplirse, como la tercera guerra mundial y el fin del mundo. También debemos mencionar aquí a San Malaquías (1094 a 1148) quien fue un obispo irlandés al que han sido atribuidas una serie de profecías, sobre los papas. El caso es que, investigadores serios, afirman que dichas sentencias fueron redactadas mucho tiempo después de la muerte del obispo. No obstante los textos siguen atrayendo la curiosidad y prosiguen siendo publicados con el título de Profecías de San Malaquías, contienen un listado de los papas que va desde el primero de ellos ( Pedro el romano) hasta el que se considera sería el último pastor de la iglesia de Roma (De laboris Solis). Cada pontífice aparece en la lista señalado con un apelativo en latín, sin que aparezcan fechas que indiquen el lapso temporal que se le estima como gobernante del templo de Cristo.

Terminando el siglo XVI, cuando el renacimiento daba sus mejores retoños en producciones artísticas y literarias, hubo autores que comenzaron a alimentar su intelecto de todo el bagaje que la época clásica heredó a la posteridad, y que los prejuicios propios de la edad media habían mantenido en la oscuridad hasta el propio siglo anterior. Uno de esos escritores fue William Shakespeare, quien se paseó por una ingente cantidad de obras historicas (por ejemplo Las crónicas de Inglaterra, Irlanda y Escocia, de Hollinshead, publicada en 1577), satíricas (por ejemplo los Mecnemos o Gemelos, del autor latino Plauto, que data del siglo III o del II a.c.), literarias, de jurisprudencia, de aventuras y expediciones (por ejemplo Los Viajes de Marco Polo, impreso alrededor del 1310 d.c.), de alquimia y ciencias ocultas (posiblemente halla podido leer Las Profecías de Nostradamus, que ya hacía tres décadas circulaban impresas), de astrología, de anatomía y otras por el estilo, para documentar sus dramas de manera suficiente y hacerlos aceptables. En razón de estar ampliamente informado, el bardo inglés sabía de la tendencia de los emperadores y generales romanos a consultar oráculos, o a interpretar los sucesos extraordinarios como señales que traían información encriptada respecto a decisiones, en cuestiones importantes, que debían tomar. Así, al inicio del drama Antonio y Cleopatra vemos a la reina egipcia, junto a su corte, acudiendo a los servicios de un adivino para conocer los pormenores del futuro que se avecina. Líneas adelante, en ejemplo de la tendencia romana a ver en lo extraordinario signos del porvenir, un soldado de Antonio interpreta melodías, que surgen en el ambiente de manera misteriosa, como el aviso de que los dioses dejan de proteger a su general. Este tipo de alusiones se dispersan en los dramas, del bardo inglés, que abordan temas romanos. Pero también se presentan en los libretos que escribió para desarrollar la cuestión de la historia de Inglaterra; por ejemplo, en Enrique sexto (primera parte) describe la personalidad de Juana de Arco en los siguientes terminos: "...su espíritu de honda profecía supera las nueve Sibilas de la antigua Roma: revela lo pasado y lo futuro". Igualmente, en los dramas más conocidos resurge este elemento como recurso que produce un plus de tensión dramática en el tablado: recordemos las escenas de aparición de las tres brujas (eco de las mitológicas Parcas que decidían el futuro de cada individuo) en Macbeth.

La existencia de profecías mayas, sobre el fin de un ciclo de la historia humana, señalado para diciembre del año 2012, recordó a unos, e informó a otros, que la labor predictiva es un aspecto  expresado en todas las épocas y civilizaciones. Los dogmas científicos, como la filosofía, en su pretensión de exclusivos poseedores de la verdad, han vituperado está disciplina tildandola de ignorancia o supercheria. Esta consideración pierde validez con la amplitud que gana el cuestionamiento de las ciencias en la época actual. En cuanto a la filosofía, recordemos que Jorge Luis Borges la clasifica dentro del orden de la literatura fantástica.

18 de octubre de 2023.
Magoc.

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