DE LOS DEMONIOS LITERARIOS.

Es a la figura de Cristo a quien se deben las alusiones que delatan la presencia, y la actividad, de los demonios en La Biblia. Se pueden rastrear especialmente en los libros que integran El Nuevo Testamento, en los Evangelios, que son los registros de las andanzas y de las predicaciones del nacido en Belén de Judea. Una vez empeñados en esta búsqueda encontramos, por ejemplo, el pasaje dónde los Fariseos acusan, al hijo de María y José, de expulsar los demonios en razón del poder que le otorgaba Satanás. Cristo refuta la acusación señalando la paradoja que en ella se envuelve: "si Satanás echa fuera a Satanás, contra si mismo está dividido; ¿cómo pues permanecerá su reino?. Y si yo por Belcebú echo fuera los demonios, ¿vuestros hijos por quién los echan?" (El Evangelio según San Mateo). No queremos discutir aquí el mensaje; sólo resaltamos la expresión: Cristo habla aquí de múltiples demonios (menciona por su nombre a Satanás y a Belcebú) y de la facultad que tiene para arrojarlos fuera de los seres humanos. Esta última cualidad la refrenda múltiples veces a lo largo de su quehacer: en Sidon una mujer griega le solicita que expulse un demonio que posee a su hija: "entonces le dice: por esas palabras ve; el demonio ha salido de tu hija. / Y como fué a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija echada sobre la cama" (Evangelio según San Marcos). En otro momento, el evangelista registra la tentación de que fue objeto el Nazareno, durante cuarenta días y sus noches, por parte del Diablo, quién lo llevo a la cima de una montaña "y le mostró en un momento de tiempo todos los reinos de la tierra./ Y le dijo el Diablo: a tí te daré toda esta protestad, y la gloria de ellos; porque a mí es entregada, y a quien quiera se la doy; (...) Jesús le dijo: vete de mí Satanás..." (Evangelio según San Lucas). Se resalta en este último texto la existencia de una jerarquía entre los demonios, en razón de la cual el soberano de los infiernos, el capo de capos, se da el tupé de tratar de seducir al mensajero del altísimo, como también de la incorruptibilidad del tentado. Escribimos sobre estos aspectos, porque estas cualidades, de Satanás, se repetirán en las literaturas que reflejan su presencia y sus acciones malévolas sobre los seres humanos.
"Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo, y le sanó; de tal manera, que el ciego y mudo hablaba y veía" (Evangelio según San Mateo, 12, 22). Esta cualidad, del amo de la oscuridad, que conciste en la capacidad para producir el mal sobre los individuos, se traslada en la literatura a los que se supone derivados de la satánica majestad: es el caso del juicio en el cual los íntimos, del hidalgo Quejana, ubican el origen de su demencia en los libros de caballería que ha leído, hasta el punto de que en urden un complot y en el momento en que el cura, el barbero, la sobrina y la ama de llaves, invaden la biblioteca particular del insano mental, con la intención de purificar los textos por el fuego, la última trae consigo un embase lleno de agua bendita y aconseja al sacerdote lo siguiente: "tome vuestra merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, en pena de las que les queremos dar echándolos del mundo" ( Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha). Quemar los libros equivaldra, en el desarrollo de este argumento simbólico, a la expulsión de los demonios (los encantadores a qué teme la matrona) en una mutación de la operación, de expulsar espíritus inmundos, que vimos practicar al de Belén de Judea. Aunque el presbítero sonrió ante la simpleza del ama de llaves, el exorcismo por la quema del cuerpo de los demonios, encarnados en los libros, termino llevándose a cabo. Pero la pira hizo desaparecer, para el hidalgo y su entorno, la corporalidad del satánico amo; más también era necesario eliminar cualquier rastro que lo recordase al enajenado; por esto aquellos bucólicos psicólogos y exorcistas, de la campiña ibérica, deciden tapiar el lugar donde estuvo situada la sala. Cuando el extrañado hidalgo Quejana busco, y no encontró, el espacio, su ama de llaves le informa: "¿Qué aposento, o que nada, busca vuestra merced? Ya no hay aposento ni libros en esta casa, porque todo se lo llevó el mesmo diablo". 

"Y le llevó el diablo a un alto monte (...) Y le llevó a Jerusalém y púsole sobre las almenas del templo, y le dijo: si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo..." (Evangelio según San Lucas, capitulo 4). Esta cualidad inusual de desplazarse, de Satanás, en otra variante del tema es recogida y reflejada en el cuento El joven Goodman Brown, de Nathaniel Hawthorne, cuando el señor de la oscuridad le proporciona al protagonista un báculo con el cual le permite recorrer largas distancias en menor tiempo. El autor puritano nos cuenta que "en todo el bosque encantado no podía haber nada más aterrador que el espectáculo de Goodman Brown. Volaba entre los negros pinos blandiendo el bastón con ademanes de locura, ya dando rienda suelta a una andanada de blasfemias horribles, ya profiriendo risotadas que hacían que todos los ecos de la selva rompieran a reír como demonios a su alrededor". Las propiedades del amo del averno siguen, por osmosis satánica, impregnando los derivados del mal. También parecen estar asociados solidamente, en el autor de Nueva Inglaterra, los conceptos del demonio, las grandes piras y la desilución respecto de la capacidad humana de encarnar en su acción valores positivos; al final de El holocausto del mundo consigna estas líneas reveladoras: "su tez era en verdad aterradoramente oscura y sus ojos fulguraban con una luz más roja que la de la hoguera -. No estén tan abatidos, queridos amigos; les quedan días buenos por vivir (le habla a los verdugos y los asesinos). Hay una cosa que esos sabihondos olvidaron arrojar al fuego (...) ¿Que sino el corazón del hombre? Dijo el oscuro desconocido desplegando una sonrisa siniestra -. Y a menos que den con un procedimiento para purificar esa caverna inmunda, de él volverán a brotar todas las formas del mal y la miseria...". Tan convencido luce aquí Satanás de su capacidad de seducción sobre el ser humano, como desengañado está Hawthorne de la posibilidad de la especie de elevarse por la práctica del bien.
De Cervantes al puritano de Nueva Inglaterra hay un cambio evidente, no en la concepción de Satanás como administrador del mal; SI en la noción de la residencia del mal. En El Quijote  el padecimiento reside en el exterior de Antrophos:  lo acecha desde fuera, escondido en los parajes oscuros, agazapado en los libros, agachado en los rincones más sombreados de una apolillada biblioteca. En Hawthorne el virus está alojado en lo más profundo del alma humana, allí donde ni el Diablo en persona puede llegar, sino que Don Satanás, conocedor de los vericuetos del laberinto subjetivo, solo aguarda paciente que salga, de esa tierra oscura, el fruto de la semilla malsana que él ha plantado, que eso sí lo sabe hacer. La transformación es análoga a la que se operó en el tránsito de la filosofía griega - cuyo objeto de reflexión era la naturaleza, concebida como exterior al ser humano - al pensamiento cartesiano - el cogito ergo sum - que hace de la razón humana el objeto e instrumento de la reflexión. La razón es un invento de la burguesía, que entonces empezaba a desalojar a los prejuicios y creencias medievales también en el ámbito de la literatura.

"Y clamando a gran voz dijo: ¿Que tienes conmigo Jesús, hijo del Dios altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes./ Porque le decía: sal de ese hombre espíritu inmundo./ Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió, diciendo: legión me llamo; porque somos muchos " (Evangelio según San Marcos, 5: 7a9).  Al inicio de La Divina Comedia, el bardo florentino nos relata su paso por el infierno, de la mano de Virgilio. Antes de la centésima línea, el Dante exclama:"vedi la bestia (...) ch'ella mi fa tremar le vene e'polsi".  En esta, su obra maestra, el florentino nos permite una visión del Diablo (la bestia) que se corresponde totalmente con la concepción medieval: el amo de las sombras reside en un lugar, situado en el interior de la corteza terrestre, y es allí donde ejerce su poder sobre una legión de subordinados, que suministran castigos a los condenados bajo su estricta dirección. Por la época en que Cervantes escribe sobre la alienación del hidalgo Quejana; en Inglaterra surge una forma del diablo que se hará legión, por ser versiónada varias veces en el desarrollo del acontecer literario. El tema del amor que derrota a las asechanzas del demonio, se hace drama inicialmente en el texto de Christopher Marlowe, La trágica historia del doctor Fausto;  tema que será clonado, en el siglo XIX, por Goethe (Doctor Faustus)  y en el siglo XX por Mijaíl Bulgakov (El maestro y Margarita).  Mefistófeles resultó un personaje proteico, profesional de la seducción y diestro de la alucinación, que no obstante el despliegue de sus cualidades inusitadas no pudo quebrar las consecuencias del hecho amoroso. Bulgakov, en su versión, introduce algunos elementos de comedia y jocosidad, de burla al concepto de la encarnación del mal, aunque también del amor. Fausto es creación compleja, anclado en la visión del sabio libresco, más medieval que renacentista, quien víctima de su pasión otoñal termino por sucumbir a la realidad burguesa que instrumentaliza  el amor; debilidad que explota Mefistófeles con maestría. Esta labor mefistofelica, quizás más que ninguna otra, devela la que será la obsesión del amo de los infiernos, en esta su etapa post-medieval: seducir las almas que pretende ganar para su causa. En este arte le veremos desplegar la inventiva, como en Stevenson (El diablo en la botella)  cuyo demonio concede, a su poseedor, todo lo que desee a cambio de un precio irrisorio, pero con tensión permanente sobre la posesión espiritual. Satanás que libro batallas épicas, dirigiendo ejércitos de angeles insurrectos contra su creador, verá su postrer retrato en El paraíso perdidode John Milton. Después del renacimiento, con Mefistófeles, su afán se individualiza, trabajando con ahínco sobre la sicología de sus posibles víctimas. Así aparece otorgando dádivas extraordinarias pagadas a precio de sangre, como en Balzac (Piel de zapa)   y en Wilde (El retrato de Dorian Gray). Y aunque la literatura burguesa quiera negarlo (Victor Hugo, el Fin de Satanás),   los buenos lectores saben que aún se agazapa en las complicaciones del texto y en las notas al pie de página.

2 de agosto de 2023.
Magoc.



 

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