DE LOS MISTERIOS DE SHAKESPEARE (4): DEMENTES Y ESTAFADORRES

Shakespeare escenificó el último acto, de su drama vital, el 23 de abril de 1616, después de una cena opipara, en su casa de Strafford, que le ocasionó un malestar del que sólo lo "sanó' la dama de la guadaña. De esta manera abandonó el tablado de teatro del mundo, dejando a la posteridad una importante série de obras (la mayoría de las cuales aparecen en el First Folio), como lo único cierto que sobre él se sabe. De su vida es bastante escaso el material que le sobrevive: la anotación de su bautizo, en el libro de la iglesia de su localidad natal; los testimonios en un juzgado, acerca de un pleito en el que fungió de testigo; la copia del testamento dónde deja a su consorte su "segunda mejor cama", el acta de defunción; y lo que es más dramático, ningun folio que haga alusión, ni siquiera tangencial, a los plays. La calidad de los textos, que se le reputan, lo convirtieron, con el pasar de los años, en uno de los más importantes autores literarios del planeta, cuestion que le hizo objeto de las más extremas pasiones, de amores y de odios, como los personajes de sus obras. Además la circunstancia de la escasez de evidencia, que pudieran constituir pistas ciertas acerca de la trama vital del bardo, ha ocasionado una serie de sucesos fallidos y de historias relacionadas, claro está, con este vacío documental. En el inicio de esta historia de equívocos registramos a Miss Delia Bacon (1811 - 1859),  una nativa de Ohio que tuvo, en su vida, una historia de amor desafortunada, en una norteamerica aún puritana: como una Ofelia sin el suicidio o una Cresida sin la veleidad por los ribetes de esta malaventura sufrió el estigma de la mujer repudiada por su prometido, quien además hizo gala de falta de tacto y de sensibilidad. Esta circunstancia, al parecer, marcó de manera decisiva a la mujer, que por otra parte no carecía de talentos: en una convocatoria a un concurso literario, Delia ganó el primer premio, compitiendo con personas de la calidad de Edgar Allan Poe, aunque también es cierto que este aún era un desconocido. Miss Bacon se especializó en la oratoria y viajó por su país de origen  dando charlas y conferencias, en las cuales Shakespeare era un tema recurrente. Precisamente fue en estás actividades dónde la oradora comenzó a exteriorizar su duda acerca de que el bardo, de cuyo nivel educativo poco se conocía en la época, fuese el verdadero autor de las casi cuarenta obras dramáticas, y un número pequeño de poemas, que se le reputan. La mujer logro escribir, acerca de esta posibilidad, una serie de artículos en una importante revista femenina,  además de un extenso libro. También logró financiamiento para un viaje de investigación sobre el tema, a Inglaterra. El caso es que ya en Strafford comenzó a expresar ideas delirantes sobre la pretension de abrir la tumba del bardo, y su manía llegó a tal extremo que los sacerdotes de la iglesia, donde reposaban los restos del dramaturgo, le prohibieron ingresar en el recinto; finalmente su hermano tuvo que acudir a llevarle de regreso a los Estados Unidos, donde fue recluida en una institución para enfermos mentales. Miss Delia no pudo superar este bache, su conducta se deterioró, como la de los habitantes del Pabellón 6   de Anton Chejov, y después de varias entradas y salidas al sanatorio, morirá  afirmando su convicción de que el hijo de un guantero no podía ser el verdadero autor de obras tan importantes en la literatura inglesa.

Vortigern and Rowena  la historia que versionaba la epopeya de un héroe britano, se presentó en el teatro Drury land el último día de marzo de 1795. El lleno total testimonió la pasión que, a ciento setenta y seis años de su muerte, seguía despertando el nombre de Shakespeare, a quien se reputaba como autor del drama. La publicación reciente de un tomo con papeles que, según un grupo de expertos, pertenecieron al bardo (cartas, un poema de amor dedicado a Anne Hathaway, facsimiles de contratos con los actores del King's men,  la compañía de teatro, un borrador de Rey Lear  y algunos textos de Macbeth)  sirvió como propaganda. En una de las cartas, incluso afirmaba el bardo que aquella era la mejor de sus obras. Las espectativas cotizaban al alza cuando inició el primer acto... Excepto para uno de los espectadores que, sentado en  los balcones, veía simultáneamente al público y al tablado. La impresión del tomo con los documentos había sido costeada por Samuel Ireland, un anticuario y bardolatra, junto con otro grupo de correligionarios del culto al nacido en las riveras del río Avon; pero quién observaba desde el palco era William Henry, hijo talentoso del anterior. Ya terminando el primer acto, entre  el público comenzaba a expandirse una ola de nerviosismo: las espectativas a medida que se desarrollba la obra se iban devaluando a velocidad supersónica, entre tanto la tensión hacía latir las venas en las sienes de William. El en persona, como se sabía por los periódicos, había hecho el descubrimiento de los documentos, en un arcón guardado en la oficina de abogados, donde trabajaba como ayudante. El baúl pertenecía a un personaje misterioso que, en todo momento, quiso permanecer en las sombras. Mediando el segundo acto ya no había expectativa que sostuviera a los espectadores en sus asientos y en medio de abucheos abandonaban, presurosos, airados, decepcionados, el lugar. No estaba el autor elizabethiano en las tablas y su nombre en la obra era un bluff.  Dias más tarde, acosado por la reacción de los medios y los pronunciamientos de otro grupo de expertos, William Henry Ireland declaró que todo era producto de una falsificación forjada por el mismo (el muchacho tenía entonces diecinueve años): tanto las cartas, los contratos, los borradores y Vortigern and Rowena,   todo había salido de sus manos, de su inspiración y de su habilidad para la forja de papeles con apariencia de antigüedad; también la firma de su tocayo, William Shakespeare. La idea de cumplimentar este delito le surgió como un mecanismo de compensación: su padre siempre lo creyó un zoquete, un bueno para nada, por lo cual está fue quizás la manera de llamar la atención y ganar el respeto de Samuel. Posteriormente William Henry fué autor de novelas góticas y otros escritos; murió en 1825 (cuando Delia Bacon contaba catorce años), y hasta el día de hoy se desconocen sus obras, entre las cuales figura otro drama titulado Enrique II, y sólo se le recuerda por el episodio de las falsificaciones.

Siete años después del deceso de Ireland, en 1832, sale a la luz el Perkin's Folio, una versión de la obra de Shakespeare, junto a   una colección de enmiendas, a las obras del oriundo de Strafford, que habían sido descubiertas por la acusiosa investigación de John Payne Collier, librero de la biblioteca del sexto duque de Devonshire y secretario de la Real Comisión del Museo Británico, toda una autoridad en el estudio del drama y la poesía del periodo elizabethiano. Bajo la curaduría de Collier,  la obra, que fue publicada en un tomo único y reimpresa en seis tomos en 1858, contenía la versión de los plays  modificados según las enmiendas descubiertas por la indagatoria del eminente investigador. La obra de Shakespeare, innovada por las enmiendas, despertó las alarmas de un grupo de bardolatra, incluído el propio hermano de John Payne, que dudaban de la veracidad del descubrimiento y veían como una ofensa la modificación de los textos ajustados al First Folio  de 1623.  La muerte del sexto conde de Devonshire permitió que su heredero hiciera analizar los originales de los papeles descubiertos por el bibliotecario. Análisis microscopicos y textuales permitieron concluir que, como sospechaban sus detractores, Collier había operado una falsificación de documentos, borrando textos de los originales y añadiendo otros de su propia mano. Este escándalo lesionó duramente a la institución cultural británica, pues puso en evidencia la vulnerabilidad del organismo estatal, el Museo Británico, toda vez que el delincuente era un reputado académico e investigador, con una importante obra anteriormente escrita (una Historia de la poesía dramática inglesa en el tiempo de Shakespeare y anales de la época de la restauración,   en tres tomos). Al parecer Collier, que había comenzado su exitosa carrera como periodista, fué impulsado a realizar su falsificación por vanidad propia y deseos de figuración; en todo caso fueron motivos sicologicos más que pecuniarios los que lo llevaron a jugarse la obra de toda  su vida en el fallido deseo de modificar, a su criterio, las líneas del bardo.

Materiales para la historia del primer teatro de Londres,   publicada en 1913, se titula una de las contribuciones de Charles William Wallace (1865 - 1932) a la historia del drama inglés de la época de Elizabeth I. Wallace fue un norteamericano, académico de la Universidad de Nebraska, que dedicó lo más importante de su vida a una investigación documental en el propio deposito de registros y documentos oficiales de Gran Bretaña, el Público Récord Office de Londres. Entre 1907 y 1916, junto a su esposa Hulda A. Berggren, auscultó los miles de expedientes de este monumental reservorio, obteniendo allí elementos probatorios para su importante contribución: producto de esta inquisitoria fueron, entre otros, el descubrimiento del testimonió de William Shakespeare en el pleito entre Bellot y Montjoy, ocurrido en 1612. También sirvieron los materiales desempolvados para otras publicaciones del académico, tales como: Los niños de la catedral de Blackfriars, 1597-1603 (publicado en 1908) y La evolución de la dramática inglesa desde Shakespeare (publicado en 1912). Hasta aquí todo está bien. La cuestión es que con posterioridad a su exhaustiva busqueda, Charles William fue objeto de una obsesión que lo llevó a afirmar  ser víctima de un complot, de los ingleses, para ocultarle otros documentos, según el, existentes en el reservorio; aunque el mismo no sabía que contenían estos supuestos papeles. Hasta su muerte, en 1932, Wallace sostuvo esta opinión.

He aquí cuatro historias de personas talentosas, que ocupan el final del siglo XVIII,  todo el siglo XIX e inicios del siglo XX. Cuatro actores del drama mundial, con pretensiones intelectuales y dejando obra escrita, que tuvieron algo en común: ser tocados por la magia o el maleficio que emana de los dramas de Shakespeare. Como Personajes en busca de autor  desarrollaron dramas individuales marcados por este contacto, que rubricó sus vidas de manera determinante sumiendolos en el crimen literario o en el demencial delirio, con cicatrices que los definen aún después de su muerte. Este es quizás uno de los plays postumos del bardo, que sigue escribiendo, y creando personajes, aún a varios siglos de su muerte.

12 de agosto de 2023.
Magoc.






Comentarios

Entradas populares